Hace pocos días la OCDE (La Organización de la Cooperación y el Desarrollo Económico)sacó un informe sobre la corrupción. En el mismo se habla de cómo las grandes empresas corrompen a funcionarios de los Estados para recibir los favores del mismo. Este informe que “revoluciono y conmovió” a un espectro de la clase dominante por ser “profundo en sus análisis” y materializar denuncias que todo el mundo sabe, no hizo más que ocultar la misma esencia de esos Estados al servicio de los monopolios. El informe se realizó sobre la “friolera” de 427 grandes monopolios.
En primer término la génesis de un Estado capitalista se monta sobre la base de la peor “corrupción”, si es que se la pueda llamar así, que es la dominación de una clase minoritaria sobre las mayorías explotadas y oprimidas. La existencia de las clases y la aparición de las mismas desde sociedades precapitalistas, ya se montaron sobre la base de la explotación y opresión de las clases poseedoras de los medios de producción.
Con cifras y estadísticas de las más sofisticadas “se descubre” que hay corrupción y que las mismas devienen de “malos empresarios” y funcionarios de “Estados vulnerables”.
Es decir, nos sugieren, y sin sonrojarse nos plantean, que: “si atacamos esas causas” el sistema caminaría viento en popa y el desarrollo de las fuerzas productivas se destaparía sin cesar.
Este “revolucionario” enfoque “progresista” que ha irritado a múltiples escritorios gerenciales y de funcionarios de los Estados no es más que profundizar en la defensa del Estado capitalista.
La coima, el “diego”, la corrupción son la mismísima génesis del capitalismo.
Por un lado los Estados han legalizado las aberraciones mayores que ponen a la humanidad al borde de la indignidad. Los parlamentos, las justicias, en un largo proceso de concentración y centralización económica han producido, a nivel planetario, la legalización del robo de la más preciada fuerza productiva que es el Hombre. Ni que decir cuando del resto de la naturaleza se trata.
Hablar de corrupción, que existe y mucha por cierto, no nos resuelve el problema, “señores” de la OCDE. Seguramente entre ustedes tienen que ajustar sus cuentas y ahora aparecen con denuncias muy rayanas con el progresismo maloliente de hoy. Para los revolucionarios, y a pesar que suene muy mal para sus oídos, la corrupción es parte del sistema pero no es la causante fundamental de los males de la humanidad.
Los Estados tienen la legalidad en sus manos, las que le confiere al carácter de clase dominante; no existe, como ustedes denuncian, una línea tajante y divisoria entre gerencias de empresas y funcionarios. De ninguna manera. En la época del Capitalismo Monopolista de Estado esas gerencias se apoderaron de los Estados y, según sea el sector que domine, emanará las leyes y decretos necesarios, con la legalidad en sus manos, para exprimir mejor la plusvalía generada por la clase obrera y el pueblo y arrasar con sus leyes a la naturaleza.