El día 12 de enero de 2015 el diario Página 12 publicó un artículo, firmado por Emir Sader (sociólogo brasileño), titulado “La ultraizquierda fracasó” (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-263722-2015-01-12.html).
Algunos de los párrafos de la nota son: “Desde finales del siglo pasado y, sobre todo desde comienzos de este siglo, se han instalado en América latina gobiernos que son producto del fracaso del neoliberalismo… Algunos han preferido distanciarse de esa construcción… Otros se han lanzado a la disputa de la hegemonía en la sociedad, construyendo alternativas nuevas, como en Ecuador y en Bolivia, o concentrando fuerzas en alternativas de la resistencia al neoliberalismo, como en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay”. Y más adelante agrega: «El fracaso de la ultraizquierda en América latina se da, ante todo, porque no han sabido valorar los extraordinarios progresos de los gobiernos posneoliberales en el plano social… Porque no entienden el inmenso retroceso por que ha pasado el mundo en las ultimas décadas, con reflejos duros en América latina, y que los gobiernos posneoliberales son la forma que asume la izquierda contemporánea”.
En primer lugar, el término ultraizquierda (tan utilizado por los defensores del orden capitalista) no es más que una entelequia que no define nada. La ultraizquierda es un concepto tan vago e impreciso como la afirmación de que “los gobiernos posneoliberales son la forma que asume la izquierda contemporánea”.
Tanto la izquierda como la derecha son términos que sustituyen a las clases sociales en pugna, y allí reside el primer debate a realizar. Todos los gobiernos que cita el autor de la nota son gobiernos que han sido administradores de la crisis capitalista. No podemos olvidar que lo que hicieron estos gobiernos, surgidos luego de rebeliones populares que costaron centenares de muertos, era lo único que podían hacer para encauzar la nave burguesa en cada país. Las muestras están a la vista: en ningún país de Latinoamérica las estructuras del orden capitalista, del orden burgués (para que quede claro que no hablamos del orden de derecha ni de izquierda), han sido afectadas. La tan mentada redistribución, si le damos la derecha que ha habido tal proceso, ha sido una redistribución que afectó a los sectores populares.
Que nos cuente el Señor Sader cuánta riqueza o poder ha perdido la burguesía en los años dorados de los “gobiernos posneoliberales”. Como dijo la Presidenta de nuestro país, en supuesto tono de reproche que en realidad fue una confesión entre pares, “no olviden que se la llevaron en pala”, refiriéndose a las enormes ganancias que gozaron las empresas y los bancos durante su gobierno. Los supuestos beneficios que la burguesía ha otorgado a las clases populares no tocaron un ápice de las ganancias de los capitalistas, sino que fueron posibles gracias a la “redistribución” de la plusvalía social de la que luego la burguesía se reapropia por otros medios. Es que así funciona el capitalismo, también en su versión “posneoliberal” estimado Sader.
El otro punto se refiere al fracaso de las fuerzas que no apoyaron a estos gobiernos. Nuestro Partido, desde el primer momento, caracterizó que eran y son gobiernos que gestionan la crisis capitalista en la época del Capitalismo Monopolista de Estado trasnacionalizado en el que los centros de decisión no son dichos gobiernos sino las gerencias de las grandes multinacionales. El avance de los intereses multinacionales sobre América Latina ha sido constante; petróleo, minería, agricultura, industria manufacturera se han seguido trasnacionalizando en un proceso de concentración y centralización de los capitales que es una ley propia de la economía capitalista.
Pero además, los que fracasan serían (en todo caso) los que se postulan para ser alternativa dentro del capitalismo; los revolucionarios no nos ofrecemos para gestionar mejor la crisis capitalista sino, muy por el contrario, para que esa crisis no termine acabando con la Humanidad entera. Los revolucionarios hablamos de revolución social, y aquí está la principal mentira del artículo. Nunca menciona a la revolución tratando de encorsetar la lucha entre facciones de la misma burguesía. No es así, Señor Sader. Sepa que existen fuerzas revolucionarias que no nos proponemos maquillar al sistema o humanizarlo, mientras millones de proletarios en el planeta (incluída América Latina) siguen bajo el yugo de la dominación burguesa. No buscamos al burgués que nos guíe, sino terminar con el burgués y con su sistema de explotación.
Podrá estar de acuerdo, o no, pero no trate de mentirnos. Los “avances” que Usted menciona son conquistas de la clase obrera y el pueblo y no graciosas concesiones de los “burgueses buenos”. Y desde esas conquistas, los revolucionarios nos proponemos seguir avanzando en la construcción de una salida revolucionaria que termine definitivamente con la clase que está llevando al mundo al desastre, tenga esa clase la nacionalidad que tenga: latinoamericana, norteamericana, europea, china, rusa o la que Usted quiera destacar.
Lo que sigue fracasando es la teoría de que no se puede hablar de revolución social, de que hay que buscar “caminos alternativos” dentro del propio sistema capitalista, mientras los pueblos esperan pacientemente los beneficios de esa estrategia. El “triunfo” del que Usted habla se traduce en el padecimiento de los pueblos. Por otra parte, la Historia está llena de “fracasos” que, a la larga, resultaron ser las políticas correctas para mejorar los destinos de los pueblos. La lucha revolucionaria es cotidiana y es imprescindible saber de qué lado nos colocamos para no seguir yendo “detrás de la zanahoria” que la burguesía nos ofrece en cada momento de la historia.