Se ha impuesto ampliamente la alianza electoral Syriza en Grecia y hoy son muchos los que se montan en esta experiencia y saludan con sombrero ajeno para justificar sus conductas políticas y llevar así agua para su molino.
Parte los reformistas pequeños burgueses, pondrán el acento en la “civilidad” del pueblo donde nació la democracia. Otros usaran el fenómeno para demostrar que es posible hacerse del gobierno por la vía electoral y remarcaran la importancia de las “bases programáticas” de la alianza de “izquierda” para esto.
Pero todos, al igual que la burguesía, ocultaran la esencia y la forma del fenómeno generado de pueblo heleno durante la última década en lucha contra las políticas, hoy universales, de la oligarquía financiera.
Diez años de recesión y crisis en Grecia, donde los distintos gobiernos han implementado las políticas de salvajes ajustes, escandalosas privatizaciones, y corrupción generalizada en las instituciones del Estado burgués, bajo las recetas provenientes de Bruselas, centro del poder la llamada Comunidad Europea.
Las consecuencias ya son conocidas: millones lanzados a la más profunda y despiadada miseria urbana, millones de desocupados, y demás lacras tan conocida por los argentinos.
La respuesta de los trabajadores y el pueblo desde la movilización confrontativa empezaron a desarrollar las asambleas basadas en la democracia directa, que rápidamente, se extendieron por barios y ciudades de todo el país.
Inicialmente, éstas cubrían las emergencias inmediatas del hambre, la salud, pusieron en marcha el trueque solidario y bancos de horas, donde hombres y mujeres “depositaban” solidariamente su tiempo disponibe y oficios para resolver los problemas de la limpieza, la salud, la energía, el agua de la comunidad.
De allí se convirtieron en la piedra en el zapato para todos los intentos de privatización de las sevicias básicos y los tarifazos.
Su organización y poder en crecimiento permitió a los trabajadores desde allí, poner en marcha la autogestión de las fábricas relacionadas con los productos básicos para la subsistencia de la comunidad, resumiendo en las asambleas el poder de la producción y la distribución de los bienes.
Tomaron en sus manos hospitales estatales y privados en quiebra, donde profesionales y técnicos en forma voluntaria intentan resolver los problemas de salud del pueblo despojado de todo amparo.
En respuesta a la embestida popular, la burguesía dio carta libre y lanzó a las calles a bandas neofascistas, y su Estado a través de su poder político, judicial y militar, generalizó la represión a las organizaciones populares. La respuesta de las asambleas no se hizo esperar y tomó en sus manos la autodefensa de masas y muchas dieron el paso a la conformación de organizaciones militares ofensivas que hostigan a burgueses, paramilitares y partidos fascistas.
No hace falta mucha teoría para asumir que el pueblo y la clase obrera griega han comenzado su revolución y ha comenzado sentar las bases para un nuevo orden social.
Es en este marco crisis política, donde todas las clases populares han empezado a ser artífices de su historia y a cuestionar, en los hechos, la institucionalidad del poder oligárquico, no solo de Grecia sino de toda Europa, es que se dan las elecciones parlamentarias y su resultado expresa formalmente en la superestructura política burguesa la corrección de fuerzas entre el poder popular de las asambleas y el reaccionario capitalismo.
De aquí en adelante poco dependerá de Syriza y sus discursos reformistas “radicales”. La iniciativa esta del lado de la clase obrera y el pueblo y de la consolidación y generalización de sus organizaciones de poder, y la construcción de un proyecto político emancipador para terminar con la tragedia griega.