Daniel Alejandro Bracacini de 36 años, era casado y padre de tres hijos de 12, 10 y 4 años. Desde hacía tres años trabajaba como chofer en la firma Rosario Bus, más precisamente en la línea 153. La mañana del miércoles subió a su moto Suzuki 125 azul y partió desde su casa de barrio Godoy para tomar servicio en el galpón de la firma.
A las 6 de la mañana fue asaltado en Circunvalación y 27 de Febrero por delincuentes que le dispararon un balazo en el rostro, hecho por el cual fue internado de inmediato en el Hospital de Emergencia Clemente Álvarez (HECA), pero no pudieron salvarlo. Ayer al mediodía murió.
La AOTA, organización de choferes de colectivos paralela a la UTA, impulsó un paro que se llevó a cabo desde la cero hora de hoy.
Inmediatamente se puso en funcionamiento el trío infame compuesto por el Estado, la empresa y el sindicato, para la continuidad del negocio.
A caballo del discurso de siempre: «debemos garantizar que los trabajadores puedan ir a sus trabajos y la libertad de circulación del pueblo», se hicieron presentes en el lugar del paro 35 móviles policiales y los barrabravas y patota de la UTA con el fin indisimulado de presionar y reprimir para el cese de la protesta de los colectiveros.
Mientras que los trabajadores protestaban por un nuevo asesinato (van más de treinta en lo que va del año en la ciudad de Rosario), el Estado hacía presión para que el hecho se disimulara y no se agitaran aguas contra la vida indigna que estamos sufriendo como pueblo.
La medida de fuerza se prolongó hasta la hora 06:00 y los choferes expresaron su bronca que fue expresada a través de uno de sus dirigentes quien dijo, que «esto no ha terminado; esto es una vergüenza; vamos a salir con todo el pueblo; los policías no combaten el delito pero nos mandan decenas de móviles para reprimirnos; cuando tienen que reprimir el delito no hay móviles, personal, ni elementos para defender al pueblo de los ataques de los delincuentes contra los trabajadores».
En este caso, nuevamente, se pone en evidencia cuál es el papel de los distintos sectores de la sociedad: En una vereda, el Estado y las instituciones del sistema, incluida la mafia judicial. En síntesis, las empresas monopolistas que lucran con el sacrificio de los trabajadores, el Estado con sus instituciones represivas, los sindicatos con sus barrabravas y los lúmpenes que cumplen dos papeles: asolan robando y matando al pueblo con sus actos delictivos y actúan como fuerza de choque contra la rebelión de los oprimidos apañados y dirigidos por la mafia en la que se entrelazan empresas, sindicatos y Estado.
En la otra vereda, los trabajadores y sectores populares que somos doblemente víctimas de esta organización social capitalista ya que, por un lado nos oprimen y exprimen diariamente en nuestros trabajos y, por el otro, estamos sujetos a la inseguridad que provoca la delincuencia, la injusticia, la inestabilidad laboral, el magro salario, el abandono de la ancianidad, la ausencia de un futuro con perspectivas de alcanzar una vida digna en este sistema.
Cada vez se muestra más clara la necesidad de transitar, como pueblo, un camino diferente y opuesto al que nos conducen las instituciones de este sistema que, como un embudo, nos lleva inexorablemente hacia una vida cada vez más inhumana y violenta hacia nuestra integridad sólo para sostener y profundizar los privilegios de un puñado de personas (la burguesía monopolista y los funcionarios estatales e institucionales) que se han adueñado de todos los recursos y medios para producir y reproducir nuestras vidas.
Un camino de lucha y revolución, un camino en el que hay que abrir picadas con la participación protagónica y la unidad de quienes trabajamos y damos lo mejor de nosotros, un camino con un horizonte de felicidad para todo el pueblo.
La frase del trabajador del transporte sobrevuela por toda Rosario y alcanza los aires de todo el país: «esto no ha terminado; esto es una vergüenza; vamos a salir con todo el pueblo».