Mucho se ha dicho desde nuestras páginas de que en el mundo de hoy reinado por la oligarquía financiera no existe la libertad de prensa sino la libertad de empresa, donde el lobbismo en las noticias se constituye en una práctica sistemática persiguiendo como objetivo la esencia de la democracia burguesa: engañar, confundir, crear corrientes de opinión (hasta algunos se hacen llamar comunicadores sociales). Trabajan para sostener el sistema, son empleados de los monopolios.
Las prácticas sistemáticas de la burguesía en lo vinculado a lo que ellos llaman “libertad de expresión” no son otra cosa que la máxima expresión de la dominación y el sojuzgamiento hacia el pueblo. Producen repugnancia y hastío; donde también, al igual que la justicia, los políticos burgueses, la policía, los sindicatos, etc., son rechazados y nadie les cree (aunque se den baños de castos e impolutos), constituyéndose tal descrédito en otro triunfo de nuestro pueblo.
Tiran verdades a medias, cuentan una parte del fenómeno, y a partir de ahí ponen fuera de contexto, o crean uno nuevo, exacerbando el fenómeno para que éste se presente como el todo (caso Nisman, el más reciente) dando manija y haciendo silencio total de otros hechos que sí expresan una gravedad mayor. Absolutamente toda la prensa en Argentina hoy es una de las más grandes estafas que haya conocido nuestra historia.
Los medios oficialistas se llenan la boca con la asignación universal por hijo, el aumento del mísero 18% a los jubilados, al tiempo que hacen oídos sordos de los niveles de súper explotación en las fábricas, los impuestos que debe pagar toda la población, la inflación para planchar los salarios, la entrega de los recursos naturales a las multinacionales, el hambre, el gatillo fácil, la vida indigna que se padece. Los mercenarios de los medios “opositores”, como por ejemplo los del grupo Clarín o los de La Nación, se muestran como los paladines de la denuncia y no hay programa que no termine en un reportaje a los candidatos “opositores”, sin denunciar tampoco lo que los medios oficialistas no denuncian.
Lo peor es que todos se terminan creyendo sus “verdades”, y los muy torpes sacan a sus mercenarios a hacer análisis de fondo tomando al pueblo por insensible porque no muerde la carnada de las veleidades de este sistema.
Un tal Eduardo Fidanza escribe el sábado 7 de febrero en la Editorial de La Nación una nota de “fondo” que nos ilustra lo que aquí afirmamos: “(refiriéndose al caso Nisman)…a medida que pasan los días pareciera que ese impacto se repliega a círculos más cercanos a la política, desplazándose del interés general. A los primeros sondeos que mostraban la alta repercusión del hecho, les suceden otros que permiten inferir que la mayoría empieza a tomar distancia. La televisión privada, principal medio de información, mantiene el suceso entre sus contenidos centrales pero este ya compite con otras noticias que le disputan la exclusividad. La atracción por el entretenimiento también contribuye a eclipsar a Nisman: una novela turca y el regreso del fútbol grande distraen a los argentinos….”
¡¡¡Está claro Señor!!!! Le molesta, cuando no encuentran eco en la opinión pública, las maniobras y manipulaciones, y aparece la culpabilidad hacia el pueblo por “complaciente”. Así se demuestra diariamente que la prensa no sólo es un negocio sino esencialmente un mecanismo más de la dominación de clases. Y sí, tiene razón este tal Fidanza por estar preocupado por el caso Nisman, pues éste es un muerto de una lucha palaciega que nada tiene que ver con los problemas de nuestro pueblo, ni con los muertos de nuestro pueblo. No te vimos a vos, Fidanza, haciendo el análisis de qué pasó con el joven que impunemente asesinó la policía en Córdoba en un recital de rock (prácticas sistemáticas si las hay). Es decir, crímenes que a diario suceden en nuestro país: si no es un joven es un aborigen, y si no es un trabajador. ¡¡¡Esta es la vida real, abanderados de la libertad de prensa!!! Nisman, para nuestro pueblo, es un extra cinematográfico, y está muy lejos del “No se llega a fin de mes”, está muy lejos de las horas extenuantes de trabajo, está muy lejos de viajar como bestias en el transporte público, o el temor de perder el trabajo, o de la tenaz lucha por los reclamos.
¿De qué están hablando cuando hablan de libertad de expresión? El problema de nuestro pueblo no es la libertad de expresión; el problema es la libertad. Y por esto Uds. mienten: para seguir privando de libertad al pueblo. Dicen verdades a medias y ocultan los verdaderos hechos de la lucha de clases; por eso la prensa, y esos medios masivos de difusión, al igual que las instituciones, es despreciada, nadie les cree (aunque puedan confundir por un momento); y como ya no les dan resultado sus instrumentos de engaño, despotrican contra el pueblo, pues esta indiferencia Uds. la miden como insensibilidad cuando en realidad es una expresión elevada y consciente de lo que ya no se quiere.