Las disputas mundiales en el seno de la oligarquía desencadenan con su onda expansiva, maniobras y reacomodamientos que tributan en climas tormentosos, denotan en los hechos cotidianos de la economía y las políticas mundiales, la pérdida de un mando político único y por ende la dispersión de sus disputas agudizando por consecuencia el clima de confrontación.
Nuestro país no es ajeno a ello. Los nuevos negocios con China, que dejan fuera a facciones de la clase dominante, obligando a agrupamientos y trust monopolistas como por ejemplo la UIA, a poner el grito en el cielo y abriendo un terreno de disputa que ahonda seriamente su secuela de enfrentamientos.
El caso Amia inconcluso, su corolario (la muerte del fiscal Nisman) y los desencadenantes políticos que quedan expuestos, hablan por sí solos. La falta de credibilidad y el cuestionamiento a todo el arco electoral de oficialistas y opositores, los avatares y el desbarranque del actual gobierno y el poder ejecutivo, otrora expresión unificada del mando político de la oligarquía respecto de sus negocios en nuestro país, que ahora es apenas un dibujo formal de lo que supo ser y refleja la atomización existente en la propia oligarquía.
Signado por la crisis de la institucionalidad que se ahonda, y por la ausencia de una expresión superadora dentro del propio seno de la representación política burguesa, que “abogaba por una transición pacífica a un nuevo cambio de gobierno”, con la llamada oposición que no ve más allá de la propia debilidad de éste, centra en él sus ataques y desnuda su inoperancia y la descomposición existente en toda la superestructura.
A medida que avanza el 2015, la consagración de una época de lucha de clases aguda se afirma cada vez más. La gran burguesía hoy está muy lejos de su discurso de octubre del año pasado -posteriormente a las devaluaciones y ajustes, a la cuestión de los fondos buitres de mediados de año-, que pregonaba una transición electoral no traumática, en paz y dentro de los cánones del funcionamiento institucional del sistema burgués. Por el contrario, como tantos otros discursos interesados, se ha convertido en una expresión de deseo esfumándose como el humo. Ya que inmediatamente y con toda crudeza, la lucha de la clase obrera y el pueblo se han encargado de disipar: el crecimiento de la conflictividad salarial en el 2014 había alcanzado según sus propias cifras 8,7% más que el año anterior.
Este fatal estado de crisis preocupa a los más lúcidos representantes de la burguesía, que ven sus desfavorables condiciones políticas “Como un barco que no tiene destino todos los vientos son desfavorables cada día tendremos nuevas y sorprendentes improvisaciones”. Por no poder contener el torrente de demandas salariales y la imposición de las mismas. Ven en la lucha salarial que se dirime cada día con más énfasis por la clase obrera, no un potencial problema económico, sino un conflicto exponencial de sus propias debilidades. No una paritaria dentro de los cánones institucionales que supo tener, sino un quiebre de esa paritaria; es decir, ven en la lucha salarial presente la debilidad política potenciada por las demandas de los trabajadores, por la lucha de clases, que va más allá de las paritarias y escapa como el agua entre los dedos, a tal punto que insinúan que dada la situación es conveniente la no realización de las mismas.
“Estamos más cerca de la suspensión de la negociación salarial que de mantener la continuidad del modelo imperante estos doce años, que claramente solo es idóneo y a medias, cuando la economía está pasando por una etapa clara de crecimiento”. Julián de Diego, el señor que afirma estas palabras, tiene una visión del problema desde la óptica de clase de la burguesía. Las paritarias, que han servido como instrumento de realización de los intereses de la santa alianza empresa, gobierno, gremio, y que dada la crisis política burguesa, y su controvertida situación que no tiene vuelta atrás, y puesto que no puede imponer por medio de las paritarias un techo salarial, y dado que se demandan aumentos por fuera de los gremios, que toda demanda de aumentos que pasa por los gremios, no son homologados por la santa alianza y que ello actúa como un factor que agudiza más la demanda y la acción de lucha de la clase obrera, las paritarias dejaron de ser según la burguesía un instrumento útil para la centralización política de los acuerdos salariales a favor de los intereses de los monopolios.
Unos renglones más abajo, propone la fijación de salarios sin negociación salarial por debajo “del 25% para no hipotecar el 2016 si los salarios van por arriba del 30%” dice, “por lo tanto si el 2014 marca el 35% el futuro marca el 25%” para ello afirma la realización de “un acuerdo tripartito entre Entidades Empresarias, Estado y CGTs “ y reafirma “Hoy la consigna central de los aumentos de salarios con el actual cuadro regresivo del escenario previsional y fiscal está ligado a la supervivencia de las empresas”.
Como antes las paritarias -según él- sirvieron a la clase obrera, ahora deben servir al empresariado. Si el promedio de aumentos del 2014 fue del 35% ahora deberá ser del 25%. Pero la lucha salarial producto de la lucha de clases escapa a las paritarias. Las mismas sólo son un marco institucional que debe ser borrado, plantea este señor… confundiendo una con otra. En cambio, debe ser reafirmada la santa alianza despojada de la lucha de clases.
Algo insólitamente inverosímil. O sea que propone la imposición de salarios miserables para salvar las ganancias de los monopolios. Para ello, la clase obrera debe someterse a la santa alianza y dejar que otros decidan por ella sus condiciones. Plantea una drástica reducción salarial con el apoyo de los mismos obreros, pretendiendo que ellos no sean protagonistas del salario que cobran. En otras palabras, niegan sus propios juegos y leyes, pretendiendo con ello esconder la causa que los contrarresta; pero se mantienen siempre en el mismo círculo vicioso, no escapan a la crisis. Propone en definitiva, un deseo irrealizable tal como aquel que sostenían el año pasado, al pretender transitar un 2015 de tranquilidad. La burguesía ya no tiene más paz, solo deseos.