Como una letanía que siempre retorna (o que tal vez nunca termina de irse), vuelven a la carga con “nuevos argumentos” para encubrir viejas mentiras. Así han transcurrido a lo largo de la historia de la lucha contra el dominio de la burguesía, y siempre reaparecen en los momentos más críticos para esa clase. Y en cada vuelta sus argumentos parecieran más sofisticados, más “modernos”, en un intento por tirar al cesto de la basura la experiencia mundial que la lucha de clases nos brinda.
El triunfo de Syriza en Grecia, la cierta posibilidad de que Podemos gane en España, son experiencias que se han emparentado con la de los gobiernos latinoamericanos surgidos en los finales de los 90 y principios del siglo XXI, los llamados gobiernos progresistas. Entonces, los teóricos del marketing revolucionario vuelven a la carga. El ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, hizo la siguiente afirmación: «Forjar alianzas con las fuerzas reaccionarias, como creo que debemos hacer para estabilizar la Europa de hoy, nos enfrenta al riesgo de ser cooptados, de echar por la borda nuestro radicalismo y cambiarlo por el cálido resplandor que ofrece el haber ‘llegado’ a los pasillos del poder». Más allá que el propio ministro advierte sobre los riesgos de su política, lo más importante es su referencia a “estabilizar la Europa de hoy”. ¿Estabilizar el sistema es un problema de las fuerzas revolucionarias? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿Lo que hace “mal” el propio capitalismo será hecho “mejor” por los llamados anticapitalistas?
Cuando el sistema más depredador y explotador que la Humanidad haya sufrido arroja a millones de seres humanos a la muerte, al hambre, a la marginación social, a la pobreza material y espiritual, a la guerra por territorios y recursos; cuando la realidad marca como nunca antes que es más importante cualquier negocio que permita acumular y centralizar más capital que la vida humana; cuando cualquier análisis serio augura que esta crisis estructural de todo un sistema de vida no tiene el más mínimo atisbo de resolverse a favor de los pueblos sino, muy por el contrario, la burguesía en el poder se vuelve cada vez más rapiñera y más sanguinaria augurando mayores sufrimientos a la Humanidad entera; en situaciones en las que el modo de producción capitalista muestra tal grado de agotamiento solamente hay dos caminos: o se lo intenta salvar o se contribuye a terminar de destruirlo.
La política de ganar gobiernos como paso previo o necesario para la lucha revolucionaria no es nueva. Y tampoco es nuevo que no hay experiencia revolucionaria en el mundo en la que se haya derrotado al capitalismo desde la posesión del gobierno.
Las fuerzas como Syriza y Podemos ya antes de ganar elecciones rebajaron su discurso. Lo mismo hizo el PT de Lula en Brasil. Y la confirmación es que hoy Brasil, después de tres gobiernos del PT y un cuarto que recién se inicia es más capitalista que antes. Y las primeras medidas de la coalición griega confirman las predicciones de su ministro; llegaron para estabilizar el capitalismo y no para destruirlo.