Muchas cosas han cambiado en lo que va del presente siglo en el mundo capitalista bajo la implacable lucha de cases que nos obligan a deshacernos de viejas miradas para analizar la realidad desde la óptica clasista.
Una de ellas: analizar la situación internacional y su crisis intermonopolista a nivel global con los parámetros de siglo XX.
En aquel entonces los Estados capitalistas y sus gobiernos, en términos generales y no sin luchas “domésticas”, expresaban políticamente las directrices del bloque monopólico que hegemonizaba todo el proceso político de dominación imperialista de una época.
En aquel tiempo, los gobiernos disponían todos los recursos y aparatos del Estado para llevar las guerras económicas y militares dispuestas por el sector dominante.
Pero el proceso de globalización produjo múltiples centros de concentración económica, por ende, centros de decisión política que pujan por imponerse sobre el resto lo que, junto a su crisis económica y la cada día más insuperable, crisis política, consecuencia del obstinado rechazo de los pueblos a sus recetas de ajustes, explotación y opresión, ha lanzado a la clase dominante al borde de la mayor guerra interimperialista a nivel mundial.
Para sus fines, las distintas facciones de la burguesía cooptaron para sí, parte de sus estructuras estatales, demoliendo sus tradicionales partidos políticos, demolieron su “institucionalidad”, acotando a los gobiernos imperialistas a ser sólo representantes de una facción de la burguesía lo cual ha profundizado más el caos político dentro del mundo capitalista.
Hoy, por ejemplo, tratar de entender la conducta política imperialista de EE.UU desde la tradicional mirada sobre los “republicanos y demócratas” serviría de poco o llevaría a conclusiones erradas. Esos alineamientos son recuerdos del pasado. Hoy allí las “mayorías” se constituyen con elementos de los dos tradicionales bloques.
Lo mismo ocurre si hablamos de “la” Comunidad Europea como un solo bloque o si hablamos de “la” CIA o “el” Mossad, etc. como aparatos centralizados por sus Estados. La realidad demuestra que no, que estos aparatos de inteligencia están fragmentados en distintas “bandas” que operan en función de una u otra facción monopólica.
En estos nuevos fenómenos generados por la alienada oligarquía financiera se debe buscar la respuesta a los actos terroristas en Europa o de los últimos acontecimientos ocurridos en nuestro país en torno a la causa AMIA.