Nuestra afirmación de que la revolución está en marcha expresa no sólo el proceso revolucionario que día a día realizan la clase obrera y el pueblo en medio de la lucha de clases inexorable que plantea el sistema capitalista, si no que, además, muestra el único camino posible para la solución de los problemas sociales, y de todo tipo, que enfrentan las mayorías laboriosas de nuestro país.
Desde la burguesía, con la ayuda inestimable de los intelectuales «progresistas», se argumenta que «ése es un sueño de jóvenes de los años 70 que la vida se ha encargado de sepultar, ya que es imposible de realizar, pues la realidad ha demostrado que el capitalismo es el único sistema posible de aplicar en todo el mundo». El socialismo por tanto, según afirman, es un sueño irrealizable.
Antes que nada, es necesario aclarar que la revolución socialista no es resultado de la elucubración caprichosa de ningún pensador quien ideó un sistema más justo para que la humanidad opte entre el actual y el que propone, sino la desembocadura de un largo proceso histórico, a la que arribaremos irremediablemente una vez derrotado el sistema capitalista.
La ciencia proletaria descubierta por Marx y Engels y enriquecida por otros revolucionarios que los sucedieron ha demostrado que así como existieron otros tipos de sociedades que tuvieron un principio, un desarrollo, una declinación y un fin, también el sistema capitalista los tendrá. El aporte de estos revolucionarios fue descubrir que las propias leyes del sistema capitalista crean las condiciones para su destrucción y también para su remplazo por una sociedad socialista basada en la producción social y apropiación social de todo lo producido.
El estudio de esa ciencia permite a los revolucionarios prever el camino a seguir para ayudar a que eso se produzca sin más dilaciones. Y cuando hablamos de demoras provocadas no hay cosa más cierta ya que la burguesía en el poder, a pesar de la tendencia histórica que conduce a la desaparición del capitalismo como forma de organización económico social, ha desarrollado las herramientas necesarias para sostenerlo a costa de cualquier crimen con tal de perpetuar el sistema que la beneficia como clase.
Es por eso que hay que hacer un trabajo revolucionario basado en la rebelión de las masas proletarias y populares para derrotar el poder burgués y aniquilar su Estado para instaurar el socialismo, de la misma forma que las rebeliones populares derrotaron a todos los sistemas anteriores.
Y con ello llegamos al cuestionamiento que esgrime la burguesía y sus intelectuales sabihondos, algunos de ellos identificados como progresistas. «El socialismo es una fantasía», «falta mucho para eso», «no es posible en nuestro país», y otras afirmaciones por el estilo.
Las preguntas, ante semejantes afirmaciones serían: ¿No es una fantasía querer sostener para toda la eternidad un sistema capitalista que no da respuesta a las necesidades de las mayorías y genera tensiones y enfrentamientos imposibles de sostener y amenguar? ¿No es fantasioso establecer un tiempo medido en años el que deberá transcurrir para poder plantear la revolución socialista? ¿Por qué se acepta como lógico haber derrotado al imperio español con la lucha patriótica y no poder derrotar a la burguesía monopolista que opera en nuestro país? ¿En qué autoridad histórica, científica o al menos seria, se basan aquellos que nos dicen que es posible resolver los problemas de las mayorías populares dentro del sistema capitalista cuando todas las fuerzas generadas por su propio funcionamiento tienden al enriquecimiento cada vez mayor de las minorías burguesas en desmedro de las mayorías laboriosas, a la concentración de la riqueza en menor cantidad de manos, a la profundización de todas las tensiones sociales que impulsan a las clases antagónicas a pelear entre sí por la distribución y apropiación de los frutos del trabajo y de los medios para producir?
De estos fenómenos ocasionados por las fuerzas generadas por el funcionamiento propio del sistema basado en la obtención de ganancia y no en la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de la población, se desprenden otras consecuencias tales como que el Estado es en su esencia corrupto ya que todas las leyes y mecanismos de sus instituciones sostienen el privilegio de las minorías contra la vida y existencia de las mayorías laboriosas, y en consecuencia, responde con todas sus instituciones al único interés de sostener y reprimir alzamientos contra el capitalismo. Por eso es patética la afirmación de los funcionarios y burgueses en general cuando nos hablan de combatir la corrupción sin atacar al capitalismo.
Por todas estas razones, es que no hay mentira más artera y estupidez más grande que la posición soberbia, de suficiencia y doctoral de los intelectuales burgueses y «progresistas» que tienen el tupé de calificar de fantasiosa, descolgada de la realidad, y otros calificativos, a la lucha revolucionaria por la conquista del poder y la destrucción del Estado burgués afirmando además, en el mejor de los casos, que falta mucho para una cosa así.
Lo fantasioso, utópico, irrealizable, descolgado de la realidad y otros epítetos, es el sostenimiento de este sistema moribundo y caduco. Además, en cuanto al momento de plantear la lucha por el socialismo sólo diremos que el único tiempo que científicamente puede afirmarse que mediará entre el presente actual y el mencionado objetivo de la toma del poder por el proletariado y el pueblo no es ni más ni menos que el que transcurre desde nuestros días hasta la fecha en que el pueblo con sus organizaciones políticas de masas y su partido revolucionario derroten a la burguesía en el poder. Por eso decimos, sin miedo a equivocarnos, que la revolución está en marcha.