Impulsado por el gobierno chino, se ha creado el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura. Esta nueva institución operará como competencia del Banco Mundial y del Banco de Desarrollo Asiático (creado por EE.UU. y Japón) en esa área del planeta, con la intención manifiesta de concentrar multimillonarios capitales para utilizarlos en la construcción de infraestructura marítima y terrestre que garantice la salida de las exportaciones provenientes de China hacia Asia y Europa, como así también financiar obras de energía y telecomunicaciones.
El proyecto busca integrar un capital inicial de 50.000 millones de dólares y, si se integra la India, sería de 100.000 millones; la intención es que en una década el nuevo banco maneje capitales por un billón de dólares.
Apenas conocido públicamente el proyecto, el ministro de finanzas de Inglaterra, George Osborne, declaró la decisión de ese país de ser miembro fundador del banco. A la semana nada más Alemania, Francia e Italia confirmaron también su participación como miembros fundadores.
Se está hablando entonces de una “caja” multimillonaria que reunirá capitales de diversas partes del mundo que no serán manejados preponderantemente por los Estados Unidos, como ocurre con el Banco Mundial. En este caso la iniciativa china “le junta las cabezas” a esos capitales para decidir dónde, cuándo y cómo invertirlos de acuerdo a los proyectos que allí se decidan.
La tan mentada “multilateralidad” no es más que el reflejo de una exacerbación extrema de la guerra interimperialista mundial por el control de los capitales y los territorios del planeta. Es lo que expresan estas iniciativas en las que los gobiernos de los países ya no representan intereses “nacionales” sino también son parte de la guerra comercial en la que están involucrados capitales trasnacionales que, hoy más que nunca, no tienen patria y mucho menos control de los Estados; por el contrario, son estos capitales los que controlan los aparatos estatales y las decisiones políticas y económicas de los gobiernos.
Por eso no sería nada extraño que en los proyectos financiados por el nuevo banco participen capitales de empresas de origen norteamericano, aunque su gobierno no participe de la integración del mismo y, objetivamente, vea afectada su supremacía mundial en el orden capitalista al enfrentarse con otros actores que muestran la decisión política de disputar su hegemonía acerca del control, el destino y la apropiación de los capitales.
Este es el marco de la guerra económica interimperialista en la que nadie, pero nadie, está pensando en el bienestar de los pueblos. Los cantos de sirena de los que alardean que el surgimiento de China como potencia que disputa la hegemonía a Estados Unidos traerá cambios positivos a la Humanidad se olvidan que la ley del capital es una sola: la obtención de la máxima ganancia. Y esta ley se potencia en las épocas como las que vivimos donde la concentración y centralización de los capitales se acelera vertiginosamente dado que no es el más grande quien se come al más chico, sino el más veloz el que se come al más lento.
Una cosa debe quedar absolutamente clara: de la guerra entre capitalistas no se puede esperar otra cosa que más capitalismo, más barbarie y más explotación.