Mucho es lo que se ha hablado por estos días del paro de esta semana. Si hasta la caricaturesca aparición de la presidenta por cadena nacional pareció decorar semejante diversionismo… Se habla de todo, pero de las cuestiones centrales que en verdad importan, “silencio de radio”.
Como ser, la acelerada, salvaje y despiadada concentración económica y política llevada adelante por la oligarquía financiera en nuestro país, que ha cambiado el paisaje de la estructura capitalista y por ende de clases, su interrelación y entrecruce de intereses.
La estructura capitalista tiñe toda la actividad productiva, aún aquella que se encuentra en los lugares más recónditos de nuestro territorio, integrando en un todo un sólo sistema de extracción y apropiación de plusvalía por parte de la oligarquía financiera.
Este entrecruzamiento económico y social al que nos referimos, genera una crisis que recorre transversalmente a toda la sociedad. Este fenómeno social de masas, pone en jaque a todas las viejas instituciones de una sociedad caduca que busca ocultar (y cuando puede, destruir) la acción autoconvocada de las masas.
Sin dudas este nuevo escenario de la lucha de las clases, es un nuevo escalón en el terreno de la lucha política, que deteriora aún más la dominación de clase de la burguesía, que se ve obligada a profundizar su centralización en la toma de decisiones y pergeñar tácticas que le permitan tirar la pelota hacia delante. Cuanto más cerca de Octubre, mejor.
En este marco nacional de descontento social, navegan las paritarias de este año, donde la burguesía empantanada no encuentra una vía de escape frente a la acción decidida de los trabajadores, que vienen manifestándose en innumerables conflictos y demostrando una creciente disponibilidad a la lucha, con renovados aires de organización e identificación de su enemigo principal.
Muchos sindicatos -como otra muestra de debilidad frente a estos acontecimientos- ni se animan a firmar un “techo”, y el reciente paro “dieron libertad de acción a sus afiliados”; quedando totalmente expuestos luego de esta decisión.
La expresa debilidad política del gobierno y la propia crisis de dominación, los ha llevado a resignar intereses sectoriales y a tener que dar una respuesta unificada frente al avance de la clase obrera; que de hecho, pone a la oligarquía financiera y su gobierno en el centro del huracán, en el centro de todos los males que aquejan a nuestro pueblo.
Estas conductas de la burguesía han venido para quedarse, producto de dos fenómenos: la concentración económica y política, por un lado, y por el otro, la crisis de dominación (que no es otra cosa que la tan mentada crisis política) producto de la agudización de la lucha de las clases. Esto obliga a los revolucionarios y a la vanguardia obrera y popular, a elevar nuestra mirada.
Debemos ver esta debilidad del enemigo, ver que la posibilidad de emprender la lucha y conquistar los objetivos, están más allá de lo local, de la correlación de fuerzas y organización en nuestra fabrica, nuestro barrio o nuestra ciudad.
Que contamos con las fuerzas de todo un pueblo, que erosiona, diezma y deteriora el poder de nuestro enemigo. Que la lucha de todo el pueblo es parte de una sola lucha, la lucha de clases. Que en esta lucha debemos instalar el proyecto revolucionario y darle forma organizativa a partir de la unidad política, capaz de ser la alternativa y bandera de millones de compatriotas, y así terminar con la actual ignominia donde nos ha sumergido el poder monopólico.