Según los propios datos de la burguesía a través del INDEC (de los que siempre hay que desconfiar, porque esconden lo que no les conviene) casi la mitad de los habitantes del país (el 46%) no tiene acceso a cloacas. Desde el año 2001, la cobertura de agua potable, cloacas y saneamiento está estancada. La plata puesta en ese campo, promedió casi el 6% del PBI en los años 90, y no alcanzó el 3% en la primera década de este siglo. Quizás, la terrible situación quede clara en la voz de una vecina del conurbano, que dice: «Las cloacas que se instalaron las pagamos nosotros con ayuda de la comunidad. Haciendo sorteos, bingos o vendiendo huevos de Pascua. Los políticos no hicieron nada».
El transporte argentino es pura congestión y escasez. No hace falta aclarar que los trabajadores viajamos cada día tratados como animales (o peor). De datos que circulan públicamente, puede verse que casi el 80% de la “inversión pública” entre 2003 y 2013 tuvo como destino el sistema de caminos y carreteras nacionales. La red de ferrocarriles recibió menos del 1% hasta 2012 (y ahí arrancó Randazzo a hacer campaña…). En el país, el 90% de la carga es transportada por camión (el transporte menos eficiente), el 80% de la exportación sale de una única región: puertos de Rosario; y un 65% de la red vial nacional, 75% de la provincial y casi la totalidad de la municipal no son vías pavimentadas.
En una Argentina colapsada, se corta cada vez más la luz. No decimos nada nuevo si hablamos de problemas con el suministro y las limitaciones de distribución de la red; los cortes de luz crecieron 150% en la última década. Un vecino recordaba una anécdota tragicómica: “Un día, un operario me paró y me dijo: si la temperatura pasa los 32°, recen».
Está claro que la energía eléctrica se distribuye según las conveniencias económicas y políticas de los grandes monopolios. Hace más de treinta años que la capacidad de generación eléctrica ronda los 29.000 MGW. Esta cifra, escasa frente a las necesidades sociales, se adecua a la distribución que la oligarquía predispone, a caballo de la demanda de los niveles de producción que exige el capital, que absorbe la energía a costa de las necesidades sociales.
Por las dudas, y si faltara algo, las comunicaciones fallan (¿cuántas llamadas a celulares no se completan?). Una auditoría de la CNC en 2014, determinó que tres de cada diez llamadas realizadas por celular en la ciudad de Buenos Aires no pueden ser completadas. Falta de antenas, vista gorda de quienes deben controlar, insuficiencias y deficiencias de todo tipo decoran un servicio lamentable. Por otro lado, la banda ancha de Internet en el país tiene los costos más altos de América latina, pero el acceso internacional a Internet es diez veces más lento.
En épocas electorales como éstas, es común escuchar hablar de temas sentidos a todos los políticos títere de turno (los que no “gobiernan” en un lado, “gobiernan” en el otro…). Entre las grandes mentiras que presentan, dicen que todas las grandes obras de infraestructura engrandecen a la nación y favorecen al pueblo argentino. En realidad, se hacen para beneficiar a los grupos económicos más concentrados, todos los kilómetros de rutas, de vías navegables, de arreglo de ferrocarril, de aviones, etc., sólo favorecen al movimiento, al traslado de la mercancía, que llegue lo más lejos, rápido y segura posible. Los electroductos, los gasoductos y acueductos tienen como finalidad, facilitar la energía necesaria y más barata para producir esas mercancías. Todas las obras, todos los miles de millones son invertidos para sus amos: los monopolios, y extraídos de un solo lugar, de la fuerza de trabajo de millones de seres humanos.
Pasan horas hablando de todo lo que hicieron para los monopolios, pero supuestamente lo hicieron para nosotros. Pero la riqueza que generamos nunca llega al pueblo, como plantean en su famosa teoría del derrame.
Por eso, ya sabemos que debemos seguir peleando para que se resuelvan nuestras necesidades, como lo hemos hecho toda la vida. Todos los logros obtenidos por nuestro pueblo, y nuestra clase, son producto de la lucha y más lucha, nada nos regalaron.
Rompamos las cadenas que nos impone el capitalismo, acabemos con sus mentiras. Consigamos la libertad, recuperando el dominio de nuestra fuerza de trabajo y el producto de nuestro esfuerzo y construyendo un nuevo sistema, donde el ser humano sea el centro de la resolución de los problemas, el centro de nuestras aspiraciones y anhelos.