Hubo movilizaciones en diversos puntos del país. También en países vecinos como Uruguay y Chile. En la Plaza de los Dos Congresos (llena de pancartas y consignas en contra de la violencia de género bajo el lema Ni Una Menos), se llevó adelante el acto central de esta campaña, que termina siendo una gran piedra en el zapato de toda la burguesía. Decimos esto porque a los reclamos surgidos desde la consigna “original”, se sumaron otros, desde el hartazgo por la podredumbre de las instituciones de este sistema decadente, pasando por el tema del aborto o los derechos políticos pisoteados de una sociedad que ya no tolera la mentira y el abandono.
Desde las cuatro de la tarde, fundamentalmente miles y miles de personas autoconvocadas y diversas organizaciones sociales, se fueron congregando frente al Parlamento nacional. En nuestro país, una mujer es víctima de un femicidio cada 30 horas. La movilización del día de ayer fue convocada semanas atrás mediante las redes sociales.
Remeras con las fotos de mujeres víctimas de la violencia en personas de todas las edades; «Derecho a vivir» decía un cartel blanco con letras naranjas… eso es lo que le duele a toda la burguesía, por más que todos sus personeros y candidatos de toda calaña intentaron montarse en esta verdadera expresión popular autoconvocada. En ese reclamo de derecho a vivir, se vio reflejada la profunda grieta que existe entre lo que nos propone un sistema profundamente inhumano y unas ansias desenfrenadas que anidan en nuestro pueblo, de que las cosas sean de otra manera, de que podemos vivir de otra manera.
En el documento en común que se leyó en la concentración, ese enorme y fuerte reclamo tuvo como destinatarios al poder político, a la Justicia y a los medios burgueses. En el mismo se reclamó a las autoridades políticas y judiciales que tomen medidas para resguardar a las mujeres de los conflictos familiares y la violencia.
Se exigen datos oficiales sobre los femicidios en la Argentina, se denuncia al poder judicial y político por su total ineficiencia a la hora de dar respuesta a las víctimas, y la falta de garantías y de personal para la recepción de las denuncias.
Como decíamos en la nota de ayer, si se analiza el fenómeno social, la violencia contra la mujer se exacerba en un sistema como éste; la sociedad está regida por leyes en las que la propiedad privada lo tiñe todo y entonces una mujer deja de ser concebida como un ser humano y pasa a ser un objeto “propiedad de”.
Ocurre lo miso con el resto de las relaciones sociales vigentes en el capitalismo, donde un trabajador (sea mujer u hombre) se usa y se descarta. Para la clase burguesa, vale más la preservación de la propiedad del capitalista que la propia vida humana.
El fin de la violencia de género será posible cuando no haya divisiones de género, que es lo mismo que decir: cuando no haya divisiones de clase.
Por eso, esta lucha contra un flagelo evidente y cada vez más doloroso, es parte de esa lucha intransigente de todo un pueblo contra la inhumanidad de este sistema.