El hartazgo a las condiciones de vida que ofrece este sistema social está a flor de piel, no se reduce a la lucha salarial, va mas allá, atañe a la vida misma que inevitablemente, mal que le pese a la burguesía monopolista y a sus expresiones en el gobierno, se abre paso contra toda esta podredumbre que exhala el capitalismo en su estado de descomposición. Como Marx afirmó en El Capital “tanto en la naturaleza como en la historia la putrefacción es el laboratorio de la vida”
El avance de la lucha y movilización de la clase obrera y el pueblo, de la organización asamblearia y la democracia directa en fábricas y en incontables barriadas de todo el país, tiñen con su impronta de conquista de una vida digna, todo el devenir de su acción. Expresan de hecho, como parte de este contenido, la afirmación de que es necesario avanzar en organización y unidad para avanzar en más conquistas. Exudan la vida por donde se las mire.
Las luchas obreras como las de aceiteros, que marcan el camino por dónde hay que ir desde la organización misma de la clase por rama y la movilización de masas que intempestivamente van por derechos humanos fundamentales, repudiando con toda autoridad la institucionalidad burguesa, sus políticas mentirosas y el rol del Estado como la del miércoles por el fin de la violencia contra la mujer, son premisas sobre las que se asienta el paro del 9. Reducirlo a demandas sólo económicas es negar la impronta que estas acciones han puesto sobre el escenario. Que nadie se asuste: es un paro político.
La lucha de clases transita un camino que por más que se quiera disimular desde el poder y los medios a su servicio, se agudiza. El paro del 31, con su contundencia, fue un duro golpe político que asustó incluso a sus mismos convocantes; desde las cúpulas gerenciales de los sindicatos, al que se llegó desde la misma movilización obrera que se puso al hombro el 40% de aumento como una meta para romper los techos salariales pretendidos por la burguesía monopolista. Acción a la que posteriormente le han seguido incontables medidas de fuerza y acciones desplegadas por doquier, desde asambleas autoconvocadas hasta cortes, desde movilizaciones hasta paros parciales y generales que han quebrado estas pretensiones del poder. Al del 9 se llega con estas condiciones de lucha a las que se agregan también puebladas e incluso actos de justicia popular , además de las mencionadas luchas de los aceiteros y la movilización de “ni una menos”.
En este escenario, el contenido político no sólo es consecuencia de ello sino indudablemente por ello. No queda pues margen para ambigüedades a la hora de plantear las propuestas revolucionarias y de asociar esta alza de luchas con las tácticas políticas revolucionarias que viabilicen el camino del poder protagonizado por la clase obrera y el pueblo. Por el contrario, para afirmar esta tendencia de la lucha de los de abajo, la necesidad de las ideas revolucionarias son imprescindibles.