En pleno proceso electoral hacia las presidenciales de octubre, la huelga general de ayer ratificó la decisión del pueblo trabajador, y del proletariado industrial particularmente, de sostener la lucha contra la política del gobierno monopolista contra el nivel de vida de las masas.
Con el preludio de la formidable huelga y conquista de los aceiteros, y luego de los bancarios, más otros importantes sectores de trabajadores en plena etapa de reclamos, lo que ayer se confirmó es que las necesidades e intereses de la burguesía van por un lado y las de la clase obrera por otro.
Es importante tener claro este panorama, dado que la burguesía monopolista hará como que aquí nada pasa y seguirá adelante con su fantochada electoral. Más aún, los resultados electorales serán presentados como el verdadero termómetro de la situación de masas. Para los revolucionarios, nunca la situación de los trabajadores y demás sectores del pueblo pueden medirse por un papel que se pone en una urna. Eso sería aceptar que vivimos en democracia y que elegimos con libertad. En definitiva, caer en la ilusión de la igualdad entre explotadores y explotados.
Por oposición, la huelga de ayer, las innumerables luchas obreras y populares que recorren la geografía de nuestro país, que alimentan las organizaciones propias de las masas, son la verdadera medida de la situación de la lucha de las clases.
Gane quien gane en octubre, lo hará con el mandato del poder monopolista por ajustar la economía en todos sus niveles y que la clase obrera y el pueblo se hagan cargo de su crisis, parados desde la supuesta legitimidad que dan los votos. Sin embargo, el futuro gobierno deberá toparse con la acérrima decisión del proletariado y el pueblo de no dejarse avasallar. Ninguna votación puede reemplazar la disposición de lucha y organización que se viene gestando desde hace años y que en los últimos sucesos de masas han hecho hocicar los planes de la clase dominante.
La política independiente del proletariado y su partido no pasan por sumarse a la comparsa que organiza la burguesía con sus elecciones. Es esa una claudicación que desvía la atención y los esfuerzos del proletariado por cimentar y consolidar sus organizaciones propias que deben dar el salto a la lucha política desde el enfrentamiento abierto contra la burguesía y todas sus instituciones.
Es este un punto de vista clasista que la masa de obreros y trabajadores deben conocer. Hay que llevar estos puntos de vista y estos debates al seno del pueblo trabajador para presentar una abierta lucha ideológica contra las políticas y concepciones de la clase dominante.