Independientemente de qué disfraces se ponga el capitalismo para hacer presentable su política de engaño, sea populismo, Nac&Pop, progresismo, indigenismo o liberalismo, tiene una sola receta para salir de su crisis económica: ajuste y reducción salarial solo contenida por las masas trabajadoras en tenaz lucha por sus derechos.
En Brasil, desde fines del año pasado, los trabajadores privados y estatales vienen dando continua lucha contra los despidos, la reducción salarial y el ajuste. Solo basta recordar la lucha y grandes movilizaciones de los trabajadores de las automotrices de ABC de San Pablo en enero pasado, la lucha de los docentes en los principales estados o las grandes movilizaciones populares contra las políticas del gobierno “progresista” de Dilma Rousseff.
En el último mes la ronda de enfrentamientos clasistas llegó a Curitiba, capital del estado de Paraná donde, en medio de un importante movimiento de huelga de los profesores, empleados estatales de la educación y municipales, la empresa Volvo decidió cerrar una línea de producción de sus camiones alegando la “crisis del sector”, y con la complicidad del ministerio de trabajo local y el silencio del sindicato, producto de la ya conocida por nosotros “firme decisión de mantener el empleo”, despidió a 600 trabajadores ofreciendo a modo de indemnización la mitad de un salario para la mayoría y de 3 salarios para aquellos que tenían más de 20 de servicio.
Pero el fuerte movimiento organizado desde las bases, nacido de la exigencia de ajustes salariales por inflación, impuso la asamblea permanente y decretó la huelga el 8 de mayo pasado hasta que reincorporen los despedidos.
En el devenir del conflicto, la empresa y “su” sindicato acercan a la asamblea la provocadora propuesta de “reducir el 50% de la «participación de las ganancias» de los 2500 trabajadores restantes para que la empresa pueda afrontar un plan de retiros “voluntario”” que fue rechazada drásticamente por la asamblea soberana.
Después de 24 días de movilización y piquetes, de provocaciones y aprietes la burguesía cedió y con la intervención de su gobierno abrió paso a la solución del conflicto dando un paso atrás en los despidos, suspendiéndolos hasta diciembre con goce de haberes y concediendo el demandado ajuste salarial por inflación.
Nuevamente allí como aquí el golpe a las políticas de reducción salarial y ajuste viene de la mano de la organización, unidad y decisión de las masas trabajadoras que, imponiendo a la asamblea como única institución soberana para la toma de decisiones en la defensa de los derechos del conjunto, marca un límite a las políticas de la oligarquía financiera.