La euforia fingida dominó la pantalla de los televisores. Una de las fuerzas burguesas festejaba por adelantado el triunfo electoral. Los resultados publicados por la secretaría electoral informaban que había sacado el 30,69% de los votos.
El partido que había salido segundo, había sacado el 30,58% y, como respuesta, organizó un festejo igualmente afectado y falso diciendo que habían ganado ellos.
A la mañana siguiente, los programas de radios y televisión de todo el país hablaban de la reñida elección en la provincia de Santa Fe, en donde los tres candidatos más importantes se repartían el 30%, en promedio cada uno, del electorado.
La infelicidad burguesa de la institucionalidad perdida estaba queriendo ser ocultada una vez más por estas fuerzas políticas bajo la mentira de los números amañados. Porque los porcentajes mencionados se habían tomado de los votos totales que se distribuyeron entre los partidos y no del total del electorado que suma más de dos millones y medio de personas habilitadas para votar.
A pesar de la manipulación pública de los números, todos los partidos del circo electoral callan y niegan tozudamente la realidad que refleja al vencedor que también tozudamente viene imponiéndose en cada acto electoral y que muestra la espalda que el pueblo le da a la falsa democracia del capitalismo. La voluntad mayoritaria del pueblo santafesino se impuso con el 31,96% de esos más de 2,5 millones que resulta de la sumatoria de no votantes, votos en blanco y votos anulados.
De tal forma que en realidad, los partidos burgueses encumbrados en los primeros tres puestos sacaron alrededor del 21 % cada uno, quedando 10 puntos abajo de la voluntad de las mayorías que le dieron las espaldas a las elecciones.
Ésa es la real e ilegítima victoria que festejaban falsamente los partidos del sistema. Ésa es la bancarrota de la democracia burguesa que sostiene con mentira y con millonarios recursos cada acto electoral. Un ejemplo de ello es el pago de $ 800 a cada autoridad de mesa ($ 400 para las charlas y cursos de capacitación más $ 400 para el día de las elecciones). Lo que antes era una carga pública irrenunciable que debía hacerse gratis, dada la enorme inasistencia de autoridades de mesa en anteriores actos electorales, debió convocarse a docentes y pagarse como día laborable especial para aquél que fuera convocado y ¡QUE ACEPTARA! Con este acto, el mismo sistema le pone la lápida a las elecciones burguesas. Otra prueba más de su inoperancia para gobernar al pueblo. Ya no pueden como lo hacían antes.
Tomando en cuenta que hubo 7.628 mesas , a razón de dos autoridades por mesas, se debieron destinar $ 12.204.800 para las PASO y otro tanto para las recientes elecciones definitivas.¡$ 24.500.000 para pagarle a ciudadanos que antes cumplían su carga cívica sin recibir un peso! Pobre destino el que le espera al próximo acto electoral si los docentes convocados para ser autoridades de mesa exigen aumentos en las asignaciones para asistir como autoridades de mesa. El grotesco novelesco del más delirante realismo mágico literario sudamericano, podría ser ampliamente superado por la realidad social del capitalismo de nuestro país. Y esta fantochada es la que veneran los intelectuales y analistas «progresistas» que tienen el descaro de afirmar que el pueblo dio su sangre para conquistar y debe defender.
En medio del proceso de crecientes movilizaciones y con una práctica cada vez más generalizada de la democracia directa ejercida en las asambleas que florecen ante cada lucha que encara el pueblo en los lugares de trabajo por aumentos de salarios, por condiciones de trabajo, por los derechos políticos; en cada barrio por viviendas, por seguridad, por problemas de salud, etc.; en cada escuela y universidad por educación y derechos a estudiar y desarrollarse, y por todas y cada una de las necesidades no resueltas y las aspiraciones contenidas en cada pecho dispuestas a salir como borbotones furiosos e irrefrenables a ganar el espacio y el tiempo que se les niega, el circo electoral de la falsa democracia capitalista se evidencia como una prueba más de la irremediable crisis política de la burguesía, de su decadencia, su decrepitud y su futura desaparición a manos de la energía vital de la nueva democracia que se abre camino con la lucha.