La campaña electoral más mentirosa de nuestra historia patentiza el estado de degradación al que el sistema ha llegando. Expone como nunca antes el verdadero carácter y la significación del capitalismo monopolista de Estado al pretender sostener su dominación, la concentración política con candidatos y personajes embarrados hasta por la propia justicia burguesa -si es que puede llegar a existir- hasta el tuétano en los más turbios negociados, a favor de los monopolios para desarrollar sus políticas de clase.
Aunque los medios intenten disimularlo compaginando una historia aislada de su real vinculación con todo lo podrido que el sistema representa, los candidatos que se muestran en la vidriera electoral representan frente a los trabajadores y el pueblo una clara muestra de la podredumbre a la que asistimos. Pero aun a pesar de ello, aun a pesar que en su pragmatismo más vulgar y corrupto se exponen frente a la mayoría de nuestro pueblo que con su declarada desconfianza a las instituciones, su repudio a las elecciones y la farsa electoral ha dado su veredicto, la defensa de la corrupción, del hambre de los niños, de la pobreza y la miseria, del envilecimiento y degradación humanas han de ser sostenidos por la defensa y continuidad de la democracia burguesa. ¿Acaso puede negarse que los Espinoza de la Matanza, los Otacehe de Merlo, los Capitanich, los Urtubey, los Macri y otros tantos célebres «muchachos» no representen la más fiel expresión del capitalismo monopolista de Estado reflejado en la institucionalidad del sistema?
Las mentiras futuras con que disimular la continuidad del régimen se sostienen en una farsa inaudita y desesperada a la vez, no sólo por la búsqueda en el pasado de las recetas salvadoras, si no porque aquellos artífices protagonistas de anteriores recetarios de falsas promesas son los mismos que hoy. Las ganancias de la oligarquía deben pues sostenerse con estos “representantes”, pero también con cualquier otra representatividad, incluso de izquierda, que en primera instancia debe ser depositaria de la garantía de sus negocios
Mas allá del perimido y falso juego de oposición y oficialismo, la democracia burguesa como la relación superestructural del sistema, entramado con el Estado, sus instituciones parlamentarias, ministerios, sindicatos, etc., es decir, con las relaciones de producción burguesas y toda la trabazón de sus negocios a expensas de la clase obrera y el pueblo son el marco donde abreva la dominación de clase para sostener el capitalismo, quienes están en él no lo disimulan. Quienes pretendan llegar a él deben someterse.
Dos situaciones se delinean en la realidad de nuestro país. Por un lado la oligarquía financiera con el sequito de gobernantes y funcionarios a su servicio pujando electoralmente por posicionarse como los mejores representantes de sus intereses económicos y políticos, por los intereses del capital y, por otro, la impronta de la democracia directa que la clase obrera y el pueblo van surcando con su andar por la conquista de una vida digna.
Para hablar de lucha de clases en nuestro país hay que hablar de esta situación, por un lado la defensa a ultranza del sistema capitalista y de la democracia burguesa como la expresión institucional que asume el capitalismo monopolista de Estado para imponer sus dictados y, por otro, el dinamismo de la lucha, la movilización y el desarrollo de la autoconvocatoria que en la asamblea asume el carácter de democracia directa donde se impregna de acción resolutiva y ejecutiva la decisión de avanzar en la concreción de sus necesidades.
Por ello hablamos de dos argentinas: la democracia directa con la asamblea decidiendo los pasos a seguir, sin intermediarios, sin medias tintas con contundencia y por la decisión directa que expresa el cabal protagonismo de la clase obrera y el pueblo frente a los representantes de la explotación asalariada, el empobrecimiento, la miseria, el ultraje, el saqueo, la corrupción, la injusticia generalizada y la condena a vivir con estas reglas de juego inhumanas y decididamente ajenas a todo desarrollo digno. Hablamos de la configuración de expresiones reales de organización que se expresen en el poder de la autoconvocatoria de los trabajadores, en sus legítimos ámbitos asamblearios, del poder popular que frente al poder del capital en descomposición se multiplique para avanzar en condiciones de cambiar. Hablamos que frente a las elecciones la decisión es más desarrollo de democracia directa y asamblea, más organización, más unidad de los trabajadores y el pueblo.