Hemos planteado que la unidad de la clase obrera se va haciendo en la acción desde lo pequeño a lo grande y que es un trabajo diario de construcción.
Abundaremos en esta nota sobre el carácter político que tiene esa unidad y que no puede ser de otro modo ya que los elementos en común que pueden encontrarse entre obreros que realizan distintas actividades fabriles, trascienden el marco de las reivindicaciones inmediatas y las luchas que los trabajadores pueden tener contra el patrón de su empresa o contra los empresarios de la rama para la cual trabajan. Porque lo que puede unir a los trabajadores es lo que se tiene en común y no lo que los diferencia uno de otros. La unidad efectiva se construye con una lucha común movida por intereses comunes. Es por eso que la unidad, forzosamente debe transcender los marcos de la fábrica y la rama industrial si pretende ser una unidad amplia y nacional.
Pero, ¿cómo descubrir los elementos comunes de la clase que movilicen en concreto a vastos sectores?
Toda lucha puede enfocarse desde un punto de vista economicista o desde un punto de vista político. Y cuando decimos político, no nos referimos a ninguna motivación electoralista y mucho menos embanderada con el sello de alguna agrupación. Todo lo contrario, estamos hablando de un partidismo de clase, profundamente amplio sin distinción de credos o filiaciones a agrupaciones determinadas. Una unidad forjada en el interés común de la clase por sobre toda filiación, creencia o convicción religiosa.
Un ejemplo claro de lo que queremos decir lo vimos en la experiencia reciente, y una de las más resonantes, la lucha los aceiteros.
Ante las paritarias, en vez de plantear un porcentaje de aumento sobre el básico, ellos plantearon el tema del salario mínimo como piso, lo cual les permitió elevar la discusión dejando en evidencia la realidad de la inflación, a la vez que arrinconó a la patronal y al gobierno, porque al emparejar la categoría más baja al precio de la canasta familiar, las demás categorías suben proporcionalmente y el porcentaje está dado automáticamente por el incremento de la propia canasta familiar. De tal forma, el básico quedó fijado en $ 14.300 y todas las categorías se movieron proporcionalmente, con lo cual el incremento del 32% fue un resultado y no el comienzo para el tire y afloje.
Pero lo más importante es que este ingenioso planteo que vienen utilizando hace tiempo tiene una esencia política que puede ser utilizada por cualquier sector de trabajadores y que es, por esa misma razón, una prenda de unidad de toda la clase.
Con él es posible unificar a sectores diversos y ésa es precisamente el enfoque político del que hablamos. Un enfoque de clase que le interesa a cualquier trabajador y no sólo a los aceiteros. Un enfoque que puede ser tomado por toda la clase.
De la misma manera, los despidos a los trabajadores que se organizan y rebelan contra la empresa y el sindicato propatronal, como ha pasado en la lucha de los colectiveros de la 60 o los obreros de Acindar, puede tomarse como un problema interno o como un ataque a toda la clase obrera a la que pretenden cercenar más aún sus libertades políticas. La burguesía con sus aparatos sindicales afines, el gobierno, el reformismo y el oportunismo, plantean el problema como si fuera un tema específico de la empresa, pues pretenden ocultar el verdadero motivo que es un motivo de clase. O bien denuncian el tema como una cuestión de clase pero lo encaran desde la filiación política de la agrupación a la que pertenecen o con el objetivo de posicionarse como alternativa electoral.
Por el contrario, plantear el problema como un problema de la clase nos abre la puerta a lo político, a la cosa pública, a la hermandad con otros obreros de la misma actividad y de otras ramas.
Pero una vez planteada la lucha, es indispensable hacerla conocer localmente y regionalmente a través de la propaganda, la agitación y el entrelazamiento físico entre los obreros del cordón, del parque o de la localidad. Y cuando hablamos de clase estamos hablando no sólo del trabajador sino de su familia entera y de sus relaciones en la clase que se dan en el barrio, la escuela de sus hijos, los lugares de esparcimiento que frecuenta, los negocios a donde concurre a hacer sus compras, etc.
La unidad de la que hablamos no es la coordinación de luchas disímiles y paralelas para que confluyan en un mismo lugar, el mismo día y hora, lo cual no descartamos que pueda darse en muy contadas ocasiones casuales. La unidad de la que hablamos es una unidad de intereses que expresan la cosa pública del proletariado y su relación con el pueblo oprimido y que mueve la aspiración y las inquietudes de sectores distintos pero con un solo interés de clase que se extiende a las grandes mayorías laboriosas y empobrecidas. Es el emprendimiento de una lucha común, como la que puede convocarnos el enfrentar la intención de toda la burguesía de desarmar las organizaciones de bases que florecen por cientos en cada fábrica, cordón o parque industrial y que reflejan los verdaderos intereses comunes del proletariado y de éste con el pueblo. Es la unidad y organización en una sola fuerza nacional de los oprimidos contra la explotación y el oprobio al que nos condena el capitalismo.