Pretender simplificar lo ocurrido en estos días en Tucumán en un hecho electoral, es propio de la clase dominante. Para la burguesía, lo fundamental es sostener el Estado sea como fuere, y defender sus intereses de clase desde esa herramienta, con el objetivo de seguir sometiendo a las mayorías explotadas y oprimidas.
En Tucumán, lo que se está expresando es la crisis política que atraviesa la burguesía, la presentación de más de 30.000 candidatos sobre una población de un millón y medio de ciudadanos, es sólo una advertencia insultante y una afrenta a la dignidad de un pueblo que debe enfrentar a diario las penurias de la miseria.
La movilización del pueblo tucumano, es una expresión que viene desarrollándose hace mucho tiempo, y expresa hoy el cansancio frente a la clase dominante. La movilización del día de ayer expresó un no rotundo a lo que propone el poder burgués en su conjunto. Dentro de esa expresión, existió una multiplicidad de reclamos que escapan a cualquier fin electoral en sí mismo.
Decíamos crisis política de la clase dominante, y ella está dada justamente por la encendida lucha de clases existente en la sociedad tucumana, en donde la mayoría del pueblo descree de quiénes ostentan puestos en el poder. La burguesía nos presenta las elecciones como lo fundamental, pero lo cierto es que la lucha de varios sectores de trabajadores tucumanos puso en vilo –por ejemplo- la decisión burguesa de no superar el “techo” del 23% en las recientes paritarias. Prácticamente, la disputa se ha volcado a favor de las mayorías; las paritarias cerraron por sobre las decisiones que pretendía el poder burgués; lo que implicó lucha, movilización y organización.
No se trata de la “defensa o el ataque” a la democracia burguesa, como nos quieren presentar “oficialistas y opositores” (recordemos, más de 30.000 candidatos), se trata de ir a fondo en las luchas y las conquistas políticas y económicas; y ellas necesariamente deben continuar dándose en el terreno político y concreto del pueblo tucumano. En cada ingenio, en cada barrio, en cada escuela y universidad, los revolucionarios tenemos la obligación de aprovechar tremenda debilidad política, para ir por nuestras conquistas, incrementar la movilización por los reclamos, transformar la bronca existente ante tanta impunidad manifiesta, y llevarla al terreno de la movilización a que tanto le teme la clase dominante.
La burguesía muestra su cara decadente: todos, del color que fuese, se matan por un puesto en las instituciones de un Estado incapaz de resolver ni las más mínimas aspiraciones populares. En ese andar, los revolucionarios debemos incrementar la movilización y la organización popular independiente, basadas en la propia experiencia que ha dado la autoconvocatoria, la masividad de asambleas que rompan con la tutela del poder burgués, alentando todo embrión de organización política que – desde nuestra independencia de clase- erosione, corroa y golpee las patrañas del poder.
Vivimos una época histórica en donde el Capitalismo Monopolista de Estado padece planetariamente de una centralización política, de allí, la crisis política y económica del sistema capitalista.
La movilización de masas, el pueblo en la calle, se transforma en un hecho que rebasa al poder burgués, al propio terreno en las que se las quiso embretar. Y cuando las mismas se abren camino, la clase dominante (“oficialista u opositora” en el terreno electoral), se unifican para tratar de desmovilizar y echar por tierra lo que pretendieron como engaño.
Ahondar la movilización, la organización política independiente, desenmascarar a cada una de las facciones en pugna y continuar el camino de la lucha: única garantía de seguir avanzando en el camino de la revolución.