En el artículo del día de ayer, hacíamos referencia de forma general a la situación de lucha en que se encuentra el movimiento estudiantil, mencionando particularmente las experiencias recientes en Paraguay y en el Uruguay. Precisamente, en el vecino país rioplatense, durante los meses de agosto y septiembre se ha dado todo un movimiento que convulsionó la situación política local.
Desde finales del mes de Junio, comienza a “hacerse notar” la movilización popular por presupuesto para la educación: una huelga votada por el gremio de los trabajadores de la educación de Montevideo y la ocupación por parte de los estudiantes del liceo Miranda (cosa que no ocurría hacía 8 años en Montevideo). Esa acción funcionó como efecto “cascada” y devino en varias ocupaciones de liceos y universidades por parte de estudiantes, profesores y trabajadores de la educación.
Como era de esperarse, según lo que puede recogerse en voz de los protagonistas, el gobierno de Tabaré Vázquez propuso algunas “monedas” para intentar enfriar la cosa. El objetivo era terminar con la ola creciente de luchas; no faltaron los discursos demagógicos y las amenazas.
Pero nada de todo esto le sirvió al gobierno. Como se señala una crónica local: “la lucha de la educación rompió las fronteras montevideanas y comenzó a hacerse nacional. Los maestros y profesores de todo el país comenzaron a detener sus actividades y decidieron salir a la calle. Ante el avance popular, el gobierno progresista no tuvo mejor idea que elevar una resolución represiva que declara esenciales los servicios de la educación”.
La resolución era una clara amenaza a los trabajadores de la educación, a quienes los “corrían” con que iban a recibir sanciones administrativas (de toda índole) por el acatamiento de los paros. El gobierno creyó que con esto generaría miedo y detendría la lucha, pero subestimaron al pueblo. “Ese mismo día, las calles comenzaron a llenarse de gente, las asambleas multiplicaron el número de participantes, los trabajadores y estudiantes comenzaron a tomar centros de estudio, oficinas públicas y ministerios. El pueblo salió a la calle espontáneamente y durante horas bloqueó el tránsito de las principales avenidas de la ciudad. En los días siguientes se mantuvo la dignidad y la lucha. Se tomaron cientos de centros de estudio, los trabajadores desocupaban uno y ocupaban otro, los estudiantes se hicieron cargo y ocuparon más centros”.
En este marco, los trabajadores desde las bases, desoyeron el discurso conciliador y timorato de los dirigentes gremiales y frenteamplistas, respondiéndole a la Resolución de Esencialidad del gobierno, con la consigna “Esencial es la Lucha”.
El día jueves 27 de agosto, una muy importante movilización masiva desbordó la principal avenida del centro de Montevideo, con más de 50 mil personas, expresando la bronca desde los más variados niveles y formas de lucha. Las asambleas de estudiantes y trabajadores exigían que la resolución de esencialidad debía caer y junto con ésta, los ministros de educación y de trabajo. El grito “que se vayan todos” comenzaba a hacerse oír en Uruguay, luego de una larga “siesta progresista” de diez años.
El gobierno, golpeado, comienza a mostrarse incapaz políticamente para dar respuesta a estos conflictos, y la dirigencia sindical vinculada al mismo, se vio sumergida en una profunda vacilación.
El nuevo camino que se abre desde la experiencia de los trabajadores y los estudiantes, comienza a expresarse con nuevas formas. Y muchas cosas quedan a la luz en el terreno político: el despliegue de fuerzas del pueblo frenó las medidas represivas del gobierno, dando al pueblo más confianza en sus propias fuerzas. La lucha por más presupuesto desenmascaró a un gobierno al servicio de los intereses imperialistas, que padece la presión frente a los reclamos populares, quedando en evidencia su debilidad.
La moneda está en el aire. Como señala un artículo enviado por compañeros revolucionarios desde el vecino país: “En el marco del sistema capitalista, no hay gobierno que dé cuenta de los verdaderos intereses del pueblo trabajador, sino que el pueblo debe confiar en sus propias fuerzas e ir a más, profundizando los niveles de participación y combatividad, apostando a un crecimiento en cantidad y calidad de sus organizaciones, construyendo su propio camino hacia una sociedad sin explotados ni explotadores”.