Se acerca la finalización de un año muy favorable para el avance del proletariado y las fuerzas populares argentinas contra la burguesía monopolista y su Estado.
Éste es el punto divisorio de aguas entre la visión de, por un lado, nuestro Partido y las fuerzas revolucionarias insertas en las luchas del movimiento de masas y, por otro, los politiqueros de la propia burguesía y las expresiones políticas de todo el contrabando ideológico y político del oportunismo reformista y populista lanzado a sostener el sistema capitalista y su mentirosa «democracia».
Mientras nuestras fuerzas apuntan a la profundización de las luchas, las conquistas, la generalización de las prácticas de democracia directa autoconvocada y sus asambleas como metodología que pre anuncia las nuevas instituciones de la futura sociedad socialista, y las organizaciones que van dándose las bases obreras y populares para unir, aglutinar y construir la fuerza material nacional para disputar el poder a la burguesía, desde la vereda de enfrente, están preocupados por dirimir en el acto electoral qué personaje representante de los monopolios va a ser la figura que gobierne.
Discuten si tal o cual será más reaccionario que el otro. En suma, quién explotará más o menos al pueblo. A grito pelado, pretenden convencer que el punto crucial de nuestras vidas, de nuestra existencia, es elegir a quien muestra el látigo de seda y dejar afuera al que exhibe el látigo de cuero. Les falta decir, porque no se animan, que es mejor un capitalismo sin aristas y a largo plazo que un capitalismo sin careta, en crisis terminal. Sin embargo, cualquiera de los candidatos va a intentar aplicar la política que mejor sostenga el desvencijado sistema capitalista en crisis terminal, siguiendo el mandato de la burguesía monopolista.
Dos actitudes que reflejan dos tácticas opuestas frente a la situación de la crisis crónica del capitalismo en nuestro país. Para ellos, las elecciones y las disputas entre burgueses que quieren ocupar los cargos del gobierno son «la política». Gritan y se desesperan reclamando que se participe de esa «política» ultra defensiva y sin salida para el pueblo a quien le enrostran que no debe caer en la «cobarde indiferencia» llamándolo a elegir entre uno u otro.
Para los destacamentos revolucionarios, nuestro Partido y las cientos y miles de organizaciones de las masas, la política es la disputa de fuerzas contra el poder de los monopolios que manejan el Estado detrás de los personajes patéticos que nos ponen por delante y que son igualmente detestables para el pueblo, porque ni siquiera les dio, en medio de esta crisis política, para embanderar a alguien con mejor imagen que la que tienen estos candidatos lamentables. Se han sacado la careta varias de esas expresiones políticas autodenominadas «populares» que pretendían llevar tras sí las expectativas de masas quienes se apresuraron, en una carrera desesperada, a llamar a votar al que muestra el látigo de seda para que «no venga la derecha».
Contrariamente a la cobardía de elegir la falsa disyuntiva entre látigo de seda o de cuero, como si fuera todo lo que tenemos para elegir, los destacamentos revolucionarios, con nuestro Partido situados en la primera línea de combate en unidad con las masas, redoblamos la apuesta a la profundización de la crisis burguesa y de su sistema para avanzar en la preparación de las fuerzas en el camino hacia la toma del poder, instalando las ideas revolucionarias en medio de los enfrentamientos entre las clases.
Porque la lucha por el cambio de sociedad que nos lleva a conquistar el poder para liberarnos como trabajadores y pueblo del yugo del capitalismo, es una lucha de clase contra clase, de fuerza contra fuerza, una lucha contra el Estado al servicio de los monopolios de la oligarquía financiera que es la que lo maneja.