El acto electoral ya pasó. El nuevo presidente electo -Mauricio Macri- ha obtenido un ajustado triunfo que abrirá una nueva etapa, definida por el nuevo carácter que adoptará la crisis política de la clase dominante.
Para seguir llevando adelante la política de los monopolios, se necesita una fuerte disposición de todo el pueblo a apoyar una u otra medida. Los gobiernos de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem contaron en su momento con masas movilizadas al momento de ejecutar las medidas para la adecuación del Estado a los procesos de concentración económica que estaban en marcha. Ese cierto apoyo de una parte importante de la población, le permitió por un tiempo a la burguesía, asestar arteros golpes contra los intereses y necesidades de las grandes mayorías.
Pero la asunción de este nuevo gobierno tendrá otras características, más parecidas a los procesos de los años 60, con gobiernos profundamente débiles, sólo “acariciados” por el momento electoral, pero vapuleados y castigados por la lucha de clases.
Este nuevo gobierno nace en medio de un alza sostenido de la lucha política popular, con un pueblo que castigó al gobierno saliente; un pueblo que viene de una década de conquistas, un pueblo que sabe a ciencia cierta que nadie le ha regalado nada, y que cada tramo de derechos o reivindicaciones en el que se ha avanzado, ha sido producto de ir profundizando la lucha, las nuevas metodologías y la organización independiente bien de abajo.
Macri sale al ruedo condicionado por la lucha de clases. Una cosa es lo que pretendan hacer y otra cosa muy distinta es lo que puedan hacer, lo que como pueblo trabajador les permitamos hacer. Su gobierno –expresión actual de la clase dominante- intentará ejecutar las políticas de los monopolios en el marco de una permanente crisis institucional burguesa. Cada medida que pretendan tomar o que efectivamente tomen, desde el corto al mediano plazo, se transformará en un boomerang, no sólo para su gobierno sino para toda la burguesía como clase. El problema de la gobernabilidad los atraviesa a todos.
El alza de masas se incrementará, la lucha política y el estado deliberativo que ya está abierto de par en par no se detendrá, y en ese mismo camino, el proceso revolucionario se robustecerá.
Las ideas revolucionarias no se harán esperar, la avidez que hasta aquí ha habido por ellas, se multiplicará. Y en este alza sostenido, el signo de la crisis política de la burguesía se agudizará, a la vez que la salida revolucionaria que fue apareciendo con cierta timidez, irá tomando un carácter de masas.
Hoy, lunes 23 de noviembre, la “caricia electoral” les alcanzará para llegar a la asunción del próximo 10 de diciembre. Pero el triunfo ajustado anuncia que para las grandes mayorías (hayan votado a uno u otro contendiente de la burguesía) ha tenido el signo en común de golpear el desprecio que se ha tenido por la dignidad del Hombre.
Afuera uno y que entre otro. Ese es y será el signo de los meses venideros, ese es el espíritu de la deliberación política de estos días, y todo anuncia que ese camino revolucionario se irá robusteciendo.
En este contexto, la táctica definida por nuestro Partido con anterioridad a las elecciones adquiere vital importancia para los trabajadores y el pueblo.
Los monopolios y sus gobiernos vienen intentando un disciplinamiento de la clase obrera, con el objetivo de reducir la masa salarial. Para aplicar sus medidas tienen que domesticar y condicionar la conducta de los trabajadores intentando un nuevo engaño, más aún asumiendo el próximo gobierno en las puertas de nuevas discusiones salariales. Este será el escenario al que se deberán enfrentar. Por eso, insistimos que ante el intento de más disciplinamiento por parte de la burguesía, los trabajadores y el pueblo debemos responder con más rebeldía.
Desde el campo revolucionario debemos desatar todas las fuerzas. Debemos exigir el cumplimiento inmediato de las promesas de campaña, con la movilización y la lucha inmediata, como herramientas fundamentales para condicionar a la clase dominante.
Basados en nuestras Instituciones soberanas, ancladas en las asambleas y la democracia directa, independientes de la institucionalidad burguesa, son las que elevarán política y orgánicamente los caminos de la revolución.
Tenemos que unir ese gran torrente de fuerzas dispuestas a profundizar los cambios revolucionarios, que pongan como punto esencial la lucha por una vida digna.