Interesante es detenernos en estos momentos de tanto debate político, en algunos aspectos referidos “al Estado”, tan en boca de todos por estos días de transiciones y cambios de gobierno… La ideología tiene un peso determinante en todo esto, ya que las clases dominantes aplican la misma a través de políticas de Estado para ejercer su dominación.
Este tema puede abordarse desde diferentes ángulos, ya que es un problema fundamental para entender el devenir de la Historia, de nuestro presente y sobre todo de nuestro futuro. Pero en este momento nos proponemos analizar el tema para combatir cualquier tipo de oportunismo y reformismo, que por estos días inundan los medios y la acción política de fuerzas esencialmente reaccionarias que desde su verborragia sea visten de “centro” o como hasta hace poco, de “progresistas”.
Los nuevos “ideólogos” o voceros de la burguesía, vienen tratando de preparar la cancha, con la idea de plantear que todas las políticas del Estado irán hacia la conciliación de las clases. Lo que se busca (una vez más) es esconder que el Estado es detentado por una clase y desde allí se reprime a las clases desposeídas. Además, se sugiere que el Estado capitalista es un órgano eterno de dominación de clase, y pensar en su extinción sería algo así como un infierno, un caos y un total descalabro de la organización social.
Todo el andamiaje del aparato del Estado dedicado a la formación ideológica de los hombres, desde nuestra más pequeña infancia, concluye que el Estado “puede estar mal pero se puede mejorar y perfeccionar”.
Lo que se oculta bajo siete llaves es que el Estado es una herramienta de represión de una clase sobre otra y que el Estado capitalista, como lo es en nuestro caso, ha utilizado las dos formas de gobierno posible contra la clase obrera y el pueblo. Por un lado la represión directa y por el otro el engaño. Uno con los golpes de Estado y otros con el parlamentarismo burgués. Siempre en beneficio de los intereses más concentrados de la oligarquía financiera, que se ha apoderado del Estado y domina alternativamente con gobiernos presentados como “alternancia” o de “distinto signo”. Todas palabras huecas.
Esa oligarquía financiera se sostiene en el poder bajo “diferentes” gobiernos, perdurado, tomado decisiones desde las empresas monopólicas, desde las automotrices, las alimenticias, las energéticas, las comunicaciones, los bancos, los hipermercados etc.; hoy en una nueva vuelta de tuerca de la concentración y centralización, en donde de forma directa los CEOs de las compañías asumen como Ministros.
Son esas gerencias las que ponen sus hombres o compran hombres, en cualquiera de las formas de gobierno posible para la burguesía. Ese Estado capitalista del que hablamos, en la época del capitalismo monopolista que transitamos no pierde su esencia, es más se agudiza. Hoy como nunca antes, el Estado monopólico burgués, gobierne quien lo gobierne, no perderá el carácter de dominación de una clase sobre otra.
Por eso no tenemos ninguna duda en afirmar que no se puede alimentar ninguna esperanza, en que de por sí, el Estado y su gobierno van a mejorar lo que no se puede mejora, sin tocar las ganancias de la burguesía. Todo se lo debemos y deberemos arrancar a fuerza de lucha y conquista.
Al Estado burgués se lo debe combatir primero y destruir después, es un hecho violento. Cuando hablamos de esto y de construir un Estado socialista, los adalides de la democracia ponen el grito en el cielo, se espantan y huyen despavoridos… Ahora bien, ellos dicen: el único Estado es el Estado burgués, es decir un Estado de una minoría para reprimir a la mayoría, ¿de qué democracia nos están hablando?
De lo que nosotros estamos hablando es de un Estado revolucionario que comience un período histórico para adecuar la superestructura política al desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales que se desatarán con furia incontenible. ¿Qué queremos decir con esto?, que ese Estado revolucionario a la vez que tomará las primeras medidas revolucionarias para beneficio del Hombre, desde su mismo inicio tomará medidas para avanzar estratégicamente en la extinción de las clases y del Estado. Este es un problema cardinal de nuestra revolución y es deber de todo el movimiento revolucionario profundizar, difundir estas ideas y transformarlas en política.