Negociaciones, cuartos intermedios, acusaciones cruzadas, tres bastones a elección. Una presidente que se va y un presidente que llega que no atinan a resolver una ceremonia de traspaso. La institucionalidad burguesa al desnudo y transformada en una comedia de enredos.
Y los medios de comunicación que entregan capítulo tras capítulo de la serie, con solemnes discursos acerca de la “gravedad institucional”.
Mientras tanto, las preocupaciones de las grandes mayorías pasan por la estampida de los precios y qué es lo que se viene. Una mezcla de intuición y experiencia acumulada hacen prever que hay que estar con la guardia alta.
Dadas así las cosas, el presidente electo dice una cosa el sábado y otra cosa el martes. Que el aguinaldo se considere para descontar el impuesto al salario es una medida claramente en contra del maltrecho bolsillo de los trabajadores Pero lo decíamos ayer: “Una declaración de guerra con voz temblorosa”. La marcha atrás dada por el gobierno entrante, declarando que los salarios hasta 30.000 pesos no serán consideraros, es una muestra palpable de ello.
El verdadero escenario de la lucha de clases se manifiesta en este ejemplo. Una burguesía timorata, que necesita acometer contra los intereses populares, y que al momento de “contar los porotos” para saber con qué fuerza política cuenta expresa una debilidad y una crisis galopantes.
Por arriba muestran la crisis de sus instituciones mientras por abajo muestran su incapacidad política a la hora de hacer o que necesita hacer para sostener su alicaída tasa de ganancia.
Las incapacidades burguesas son nuestra fortaleza. No se animan a avanzar porque del otro lado la actitud ofensiva del movimiento de masas no se los permite.
Tener clara esta caracterización de la etapa política abierta nos obliga a continuar organizando las fuerzas obreras y populares, sabiendo que sobre su crisis debe caminar la construcción de la alternativa revolucionaria. Si tenemos claro esto, será muy difícil que la burguesía nos embrete en sus discusiones y seguiremos actuando con independencia política de sus “agendas” para que sea el movimiento de masas el que marque el ritmo de la lucha política contra la burguesía monopolista.