Periodistas que hasta hace diez minutos eran los críticos número uno de los zafarranchos kirchneristas con el aparato judicial, hoy se preguntan: ¿Cómo hacemos para explicar/sostener/justificar que dos miembros de la Corte Suprema sean nombrados por decreto?
Esto, que pareciera banal y mueve a la risa, que provoca que los simpatizantes del anterior gobierno llamen a movilizarse para “defender a la justicia” (!!!), es el fango de la crisis política en el que la burguesía monopolista argentina se encuentra inmersa.
La jugada macrista de nombrar a los dos jueces parala SupremaCorte, es parte de la crisis. Es una iniciativa que intenta mostrar autoridad política, lo que la burguesía denomina “poder político”, ante un escenario en el que el nuevo gobierno necesita muestras de autoridad y decisión, sabedor de su debilidad política congénita.
Pero la jugada obliga a declaraciones y manifestaciones de rechazo a la iniciativa, y termina haciendo que la burguesía se mire entre sí con más desconfianza aun de la que ya tenía hasta el día de ayer.
Porque aunque todas las declaraciones vayan en el mismo sentido y alaben la nueva convivencia, los buenos modales, el diálogo y todas esas cosas, la burguesía monopolista está pendiente y ocupada en resolver los temas que realmente le preocupan. Ellos son la productividad, los salarios, la devaluación, los negocios a cerrar con el nuevo gobierno (ayer mismo se conoció un acuerdo entre YPF y Dow Chemical por 500 millones de dólares en Vaca Muerta).
Y esas definiciones no se realizan entre caballeros; es una guerra abierta entre las distintas facciones burguesas (tanto las que están dentro del gobierno como las que están afuera del mismo) y la burguesía lo sabe muy bien. Y esa guerra se gana desde ministerios, organismos estatales, el parlamento, la justicia y todos los estamentos estatales que la burguesía monopolista utiliza para ejercer su dominación de clase.
Es así entonces que la noticia de los nombramientos fue una bomba que explota en el medio de esta disputa, lo que significa que la misma va a intensificarse más que a calmarse. Más aun porque esa disputa se ve profundizada por la lucha de clases que se muestra testaruda y parece no conocer “luna de miel” alguna.
Trabajadores estatales y privados están en cada lugar de trabajo debatiendo lo que se viene y cómo defender las conquistas logradas e ir por nuevas, ante el embate ineludible que el gobierno de la burguesía tiene propuesto acometer.
Las declaraciones del flamante presidente en la conferencia de la UIAson más que elocuentes. Allí Macri sentenció: «Salimos de una década en la que hemos perdido mucha competitividad. Estamos contrarreloj, no tenemos más tiempo que perder. Debemos fijar marcos y planes estratégicos que tengan tremendas, por ambiciosas, metas de productividad… Con este nivel de ausentismo y de conflictividad no somos un país viable».
Esta frase condensa la esencia del pensamiento de la burguesía: Hay que disciplinar a las fuerzas del trabajo. Hay que agachar la cabeza, trabajar, lograr productividad, bajar los costos salariales para exportar al mundo y esperar los “beneficios”.
Justamente ayer lo decíamos que los grandes proyectos productivos se enfrentan, precisamente, a la imposibilidad de disciplinar a los trabajadores. Sobre esta base material están paradas las intenciones de la burguesía, por lo que todo lo que pasa por arriba está condicionado por esta realidad objetiva. Incluso el aparentemente sencillo trámite de nombramiento de dos jueces.