Como lo venimos afirmando, el condicionamiento que la lucha de clases impone es voraz y no le da respiro a la burguesía. Por ello, con una batería de iniciativas de viejo cuño que ya no se corresponden con las necesidades y aspiraciones de millones, intentan desesperadamente arribar a un pacto social que les conceda un respiro político y social en pos de viabilizar sus negocios.
Acorralada en el seno de una superestructura acotada a un limitado número de funcionarios pertenecientes a la clase burguesa, entre los que se incluyen los gordos de la CGT, el Estado y su quebrantada institucionalidad, la burguesía monopolista y sus fieles perros de presa representan una ínfima minoría respecto de la clase obrera y el pueblo.
Desesperadamente, en esta correlación de fuerzas, busca encausar un timón político que gira bruscamente sin poder asirlo, frente a cada episodio de lucha y a cada enfrentamiento, a cada movilización de masas.
La burguesía clama a gritos esta necesidad de un timonel y reflejándolo en los medios no se cansan de bombardear con loas a Macri y a sus funcionarios, y a los funcionarios del gobierno anterior, que están en este gobierno de los monopolios.
Buscan aparecer abroquelados y unificados intentando disimular todas las grietas que en su seno expresan las diversas fracciones del poder monopolista y las disputas de intereses que los carcomen.
El bombardeo de las condiciones “económicas logradas y los grandes beneficios que traerá la devaluación y el fin del cepo” tratan de convencer que profundizándo y exacerbando el capitalismo, el beneficio será mayor. Cada medida que toman no hace más que profundizar sus disputas, cada anuncio es un reflejo de sus incapacidad de soluciones reales, y cada retroceso frente a la movilización aparece como su victoria, se felicitan mutuamente y cocinándose en su propia salsa, están cada vez más aislados, cada vez más odiados y ganados por una profunda subestimación de nuestro pueblo. No miden la dimensión de su debilidad política.
A tono con la desesperación por la gobernabilidad, salen al ruedo buscando diques de contención para los futuros avances en el enfrentamiento. Por un lado, se ven obligados a retroceder en medidas como los despidos en Siderca por la decidida movilización, el paro de todos los trabajadores y el apoyo de trabajadores de otras empresas; por otro, esa superestructura de dominación necesita instrumentos para condicionar el avance de la movilización. Medidas en torno a la seguridad interior, como así también la unificación de las CGT, apuntan en ese sentido, pues el pacto social que se plantean es en función del disciplinamiento y la superexplotacion de la clase obrera.
En este escenario donde la burguesía se juega el todo por el todo a la gobernabilidad, el pacto social de la mano de la unificación de la CGT es una expresión del grado de subestimación a la clase obrera. ¿Quién puede creer que los históricos traidores a los trabajadores, patanes al servicio del capital devenidos hoy en empresarios monopolistas a costa del la clase obrera puedan expresar otra cosa que la chatura salarial y la superexplotacion que la burguesía intentará imponer con mas rigurosidad a través del disciplinamiento?
Ni siquiera ellos se lo creen, sin embargo para los monopolios el marco político, el llamado derecho laboral burgués sobre los derechos políticos de los trabajadores, como es la limitación del derecho a huelga – que intentaron reglamentar recientemente a favor de los capos de la CGT-, el derecho de asociación, las condiciones laborales y los salarios, necesitan de estos personajes para consensuar y ser aval jurídico de los planes de la burguesía y de sus reglas de juego que sin duda son decididamente contrarias a los intereses de los trabajadores.
Solo en apariencia la burguesía transmite la unificación de las CGT y el pacto social como una medida a favor de la paz. Bajo el poncho esconde esta la maquiavélica motivación del capital por profundizar el sometimiento.
Sin embargo, en el seno mismo de la burguesía, las discrepancias saltan a la vista a partir de los condicionamientos que la situación de la clase obrera expresa. En la voz del señor Julian de Diego, columnista de El Cronista, que por ejemplo dice: “La segmentación de la pirámide sindical, la creciente participación de los delegados y miembros de comisión interna disidentes, retraen el conflicto a un manejo de las bases en asambleas con sus representantes directos frente al empleador. En ese escenario la cúpula sindical queda aislada”.
Por ende, qué validez política que pueden tener los pactos por arriba si mas allá del derecho burgués están condicionados por el avance de la organización independiente de la clase obrera en las fábricas, por la más amplia unidad de los trabajadores por su iniciativa permanente, por el hecho que ya entramos en una época de lucha de clases donde la situación se dirime por la fuerza de su acción colectiva.
El reducido y estrecho marco de maniobra para sostener la gobernabilidad que expresa la burguesía intenta ser tironeado desde un pacto social. No se trata de un nuevo engaño, no pueden, menos aún después de la devaluación y los descomunales aumentos de precios, sino cerrar filas en la superestructura en torno a garantizar la gobernabilidad y paliar las tormentas que se avecinan en el corto plazo, con una mirada de seis meses.
Es en definitiva la fuerza enemiga resistiendo el acoso y tratando de defender sus posiciones, sin que ello implique que organicen su tropa para resistir mejor los embates.
El asedio al enemigo del proletariado y el pueblo implica la movilización de la clase obrera y los sectores populares construyendo su propia unidad a partir de la metodología autoconvocada y asamblearia en lo local y nacionalmente, sin darles respiro. La unidad de la inmensa mayoría de nuestro pueblo frente a la minoría dominante deja de ser un cliché para ser una necesidad de la revolución venidera.