Los medios burgueses señalan que la empresa Cresta Roja recibió del gobierno anterior en diez años algo así como 26.000 millones de pesos. Al mismo tiempo, la empresa fue un “agujero negro” por donde fluían millonarias sumas provenientes de los negocios entre el gobierno kirchnerista y el de Venezuela, las que seguramente engordaron las cuentas bancarias de más de un burgués de aquí y de allá.
Al acabarse la fiesta, como siempre actúan los capitalistas, “dejaron el muerto” y los trabajadores comenzaron una lucha ejemplar para defender sus derechos. Así llega el nuevo gobierno, con aires de capitalismo serio, de diálogo, de consenso, y echa mano a la represión de ayer para desalojar la autopista utilizando el manual completo, incluida la denuncia de infiltrados en la protesta.
Un cuadro perfecto que ilustra el funcionamiento del capitalismo, su clase dominante, su Estado y sus instituciones. Un gobierno que se jactó durante doce años de defender a los trabajadores, que infló artificialmente una empresa que le sirvió para sus negociados, y que no tuvo la menor duda de dejar a los trabajadores en la calle cuando ya el negocio no daba para más. Otro gobierno que declama venir a cumplir con la ley y que se va en amagues constantes con los empresarios que impunemente han subido los precios el último mes, mientras actúa rápidamente para reprimir a los que protestan. Como siempre, la justicia actúa rápido cuando se trata de ir contra los trabajadores mientras no mueve un dedo para castigar a los capitalistas. ¿O acaso alguien está investigando los negociados entre los Rasic (dueños de Cresta Roja) y los funcionarios kirchneristas?
La combatividad y decisión demostradas por los trabajadores de Cresta Roja es el denominador común del estado de ánimo de toda la clase obrera argentina. Quien piense que lo de ayer mete miedo y logrará disciplinar las formas de la protesta obrera y popular, se equivoca de cabo a rabo y no está leyendo correctamente en qué situación se encuentra la lucha de clases.
No es con lindos discursos que se resuelven los problemas del pueblo trabajador; las demandas obreras seguirán su curso porque el gastado verso de que ahora hay que trabajar para luego disfrutar los beneficios, no lo cree nadie. Su intento de disciplinamiento no es nuevo, lo vienen ensayando ya desde hace mucho tiempo y las respuestas de la clase obrera han sido contundentes a la hora de plantarse por sus derechos.
Esto no va a cambiar. Esto es lo que se va a consolidar porque ninguna de las facciones burguesas ha conseguido ni va a conseguir desactivar la lucha con discursos y frases huecas, mucho menos con represión. Justamente ese es el problema principal de la burguesía monopolista en la Argentina. La paz social que ellos buscan significa que aceptemos mansamente la explotación y opresión para que Argentina vuelva a ser “competitiva” en el mundo. Ello implica que la fuerza laboral debe aceptar las condiciones que quiere imponer el capital, y está demostrado que allí existe una imposibilidad política crónica para la clase dominante.
Porque ellos vienen a perpetuar el capitalismo necesitados de que todos estemos convencidos que allí está nuestra salvación, mientras que la realidad cotidiana en las empresas y centros de trabajo marcan otra cosa diametralmente opuesta: la clase obrera está firme y preparada para defender sus conquistas y asumir el reto de ser la clase que levante una alternativa revolucionaria para el conjunto de los sectores populares.
En este terreno de luchas, seguirán fundiéndose las mismas con la ideas de la revolución, del cambio social, de la lucha por el poder, y más dificultades tendrá la burguesía entonces. Por estos andariveles transitará la lucha de clases la etapa que viene.