Durante todo el gobierno de los Kirchner, la burguesía monopolista intentó rebajar la masa salarial promedio al valor ideal de US$ 300 con el fin de recomponer su tasa de ganancia y hacer competitivos los productos fabricados en Argentina.
A pesar de haber aplicado distintos mecanismos: devaluó 211,40% el peso frente al dólar que pasó de valer $ 4,30 a $ 9,09 (51,62% al 2013, más 31,13% en 2014, más 6,31% en 2015); implementó un proceso inflacionario creciente con un promedio de 30% anual, alcanzando en 2015 un valor estimado en un 40%; dejó estanco el mínimo no imponible de los salarios afectando a más de 1,5 millones de trabajadores a los que les metió la mano en el bolsillo arrebatándoles parte importante de sus ingresos en concepto de impuesto al salario; vetó el 82% móvil para los jubilados restando erogaciones de haberes (disponiendo, además, de esos fondos para créditos blandos y subsidios a los monopolios); aumentó los combustibles incrementando los impuestos que se pagan por cada litro; y otras medidas reaccionarias, como diversos intentos de disciplinamiento a los obreros y trabajadores en general, tratando de frenar las permanentes y sostenidas luchas, así y todo no pudo lograr el objetivo ya que el final de su gobierno el salario mínimo estaba en $ 5.088 equivalente a US$ 615,00.
Previo a la iniciación del nuevo gobierno, la burguesía monopolista implementó una disparada de precios generalizada que se continuó durante los 20 días que lleva el gobierno de Macri. Éste, ratificando la continuidad con el gobierno de los Kirchner, sumó una devaluación del peso del 46,31%, llevando al dólar a $ 13,30. Ahora, el salario mínimo que en 2016 será de $ 6.060,00 equivaldrá a US$ 456,00.
Con el brutal golpe al bolsillo y las amenazas repetidas a modo de chantaje agitando el fantasma del peligro de puestos de trabajo, la burguesía tendrá que enfrentar las demandas de aumentos de sueldos propias del período paritario, en un marco de luchas masivas y disposición al combate de los trabajadores.
Allí están puestos todos los ojos de las dos clases fundamentales: la burguesía y el proletariado, antagónicas en la disputa de sus ingresos y en sus intereses de vida en general.
Preparar las luchas por aumentos cuyo piso sea 50% no es sólo una disputa distributiva como gustan llamarla los burgueses y sus funcionarios. Se trata de un problema de índole política ya que toda la burguesía como clase, y sobre todo los dueños del capital más concentrado, la oligarquía financiera, siguen empeñados en llevar los salarios a un valor de US$ 300,00, pues de lo contrario merman sus ganancias.
Es menester de nuestro Partido y de todas las fuerzas revolucionarias existentes a lo largo y ancho de nuestro país, preparar, mediante una campaña de agitación, asambleas, reuniones en las fábricas y cordones industriales, así como en los parques industriales, los reclamos y las fuerzas organizativas que hagan posible la conquista de los mismos.
Ese movimiento tiene que surgir de la fuerza de bases ya que la mayoría de los sindicatos están trabajando conjuntamente con la burguesía y el gobierno para que los porcentajes de aumentos sean muy inferiores. Ya están vociferando valores inferiores al 35% como techo, e intentan acordar un pacto social que tratarán de abrochar por arriba entre las direcciones sindicales, las cámaras empresarias y el gobierno para implementar un nuevo engaño que disminuya el salario.
El estado de movilización y la disposición a la lucha es óptima para avanzar. La iniciativa de la que estamos hablando es de clase y, por lo tanto, de índole política y como tal no está limitada a la pertenencia gremial, por el contrario se abre un abanico de unidad que debe ser de todos los obreros y trabajadores incluidos los sectores populares que podamos acercar como parte del pueblo que defiende sus ingresos, ya que cada trabajador es, a la vez, fuente de ingresos para pequeños comerciantes de la zona y sostenedor de la vida de los barrios.
Estas paritarias que se aproximan son mucho más que una discusión de convenios por ramas. Ha llegado el momento de discutir el aumento de la masa salarial de los trabajadores de todo el país y llevarla a niveles de ingreso que hagan más soportables nuestras vidas. La materia prima somos nosotros los trabajadores, las herramientas son la unidad más amplia y las organizaciones que se están tejiendo entre las bases con la democracia directa y las asambleas como órganos de decisión soberana.
Esta lucha así encarada se inscribirá como escalón de una lucha mayor para terminar con la explotación capitalista a fin de romper definitivamente el círculo repetitivo de aumentos de salarios, inflación, devaluación y nueva lucha -para tratar de emparejar el salario que perdió valor- y así conquistar un nivel de ingreso social que nos permita vivir una vida digna.