El estado asambleario, la democracia directa y la movilización permanente, son parte de la metodología del pueblo, para resolver sus problemas, de acumular poder. Estos mismos principios son los que seguirán vigentes durante la revolución.
El poder de la clase y de la gente emana de la plena movilización. La burguesía teme al pueblo movilizado, ya que la movilización va dejando experiencias, va sintetizando las mismas.
Hoy hay cientos de este tipo de experiencias que nos ratifican que éste es el rumbo, hasta en las pequeñas cosas. Para graficar esto tenemos muchos acontecimientos muchos hechos pero, como se dice, para muestra basta un botón. Luego del asesinato del compañero Verón, sobre el cual se escribió también en estas páginas, el gobierno de los monopolios, asiste a los familiares y lo que quedó de la organización, los cuales están asentados a varios kilómetros de la ciudad de Resistencia. Por tal motivo les asiste con agua potable para el aljibe. Cuando empieza a bajar el agua y no llega el camión con el líquido vital, amenazan cortar la ruta y llamar a movilización. En el acto resuelve el problema. Algunos ven en esto como un proceso extorsivo. Nosotros, por el contrario, vemos que ante un reclamo justo, la acción directa, la movilización, es la construcción del poder. Si además está en las manos de esta gente el proyecto revolucionario, estamos en presencia de un destacamento revolucionario, que pasa a ser una herramienta poderosísima para el cambio, para la transformación, para la destrucción del sistema capitalista y la construcción del socialismo.
El miedo es el motor de la burguesía ante los reclamos del pueblo movilizado. En el Estado revolucionario la movilización ha de ser la que resuelva los problemas. Ésa es nuestra convicción.