La clase dominante trabajó incansablemente en lo ideológico para intentar sepultar la idea de revolución socialista.
Sostener el sistema capitalista no fue posible sin esa avanzada de los años 80 del siglo pasado encarnados en Reagan-Tatcher.
Se construyó un edificio blindado para usarlo como usina ideológica, basando sus “principios” en una idea central: “el fracaso del socialismo en el planeta”.
Para ello, desde izquierda y derecha alimentaron la idea que fue más allá del “fracaso”, se planteó la inviabilidad histórica de otro sistema que no fuese el capitalista.
Varias ofensivas y de distinto orden fueron “fundamentando” la necesidad del orden establecido.
Según la situación de lucha de clases fueron apareciendo los “nuevos fundamentos”.
En estas largas tres décadas el capitalismo no pudo resolver el padecimiento de más de 7.000 millones de seres humanos, el sistema capitalista sigue siendo el sistema dominante, no ha perdido la iniciativa, pero sí añora los años dorados que lograron mantenerlos en aguas relativamente tranquilas.
Hubo en el planeta quienes, en las peores condiciones de la lucha de clases, en medio de vicisitudes que acompañan derrotas, se sostuvieron erguidos en las ideas revolucionarias. No fue suficiente, para la burguesía, sostener la idea del “fracaso del socialismo” para poner en duda y llenar de vacilaciones en cuanto al contenido histórico del desarrollo de la sociedad humana.
Ni Marx, ni Engels, ni Lenin, ni el Che, ni nuestro secretario general histórico, Mario Roberto Santucho abordaron el Materialismo Histórico y el Materialismo Dialéctico como recetas dogmáticas, en todo caso la utilizaron como guías para la acción revolucionaria, para la transformación de la sociedad.
Nuestro Partido se ha sostenido en esos principios, como otros tantos revolucionarios, durante la ola ofensiva contrarrevolucionaria. Se refugió inteligentemente entre el proletariado industrial y en las masas en general, no sin dificultades pero, en ese largo peregrinar, pudo sostener la idea de la lucha por el poder para la construcción de un Estado Revolucionario y socialista.
En los últimos años el decrépito sistema capitalista se mostró tal cual es ante los pueblos del mundo. Los fantasmas que fue creando, década tras década, se fueron desvaneciendo y cada nuevo intento nace en crisis, débil, inverosímil para las grandes mayorías que se encuentran en un ascenso permanente.
En estas condiciones el problema de la lucha por el poder y la construcción de un Estado revolucionario debe trascender el estrecho alcance actual. Se ha hecho mucho y bien, se ha solidificado lo que se tenía que solidificar, pero si el problema de la revolución no es tomado hoy por el proletariado y el pueblo la dominación del sistema capitalista aunque seguirá nadando en aguas turbulentas, no caerá si no se lo hace caer.
En nuestro país reverdece la idea de un cambio desde hace ya un tiempo. Nuestro pueblo tiene claro que así las cosas no tienen un futuro cargado de dignidad. Eso es cierto y lo vemos a diario en la politización alcanzada en nuestros días.
Pero la clase dominante no duerme, está desarmada, está en crisis, es grotesca, anárquica, pero no duerme.
Del lado de la revolución contamos, a nuestro favor, con la desconfianza de nuestro pueblo a las instituciones del Estado Capitalista, partimos de un alto nivel de conciencia de lo que no se quiere y van cayendo, unos tras otros, los intentos de derrotar política-ideológicamente a nuestro pueblo. Pero en este ascenso planetario de luchas en general y particularmente en nuestro país, la clase burguesa intentará dividir el potencial de revolución entre las masas con más propuestas populistas y más propuestas reformistas que sepan llevarle al sistema capitalista más oxígeno que el propio sistema pueda generar.
Fuerzas políticas de «izquierda y derecha», con discursos de uno u otro tenor, existen y los une esencialmente el sostener el capitalismo, sea “el malo”, sea “el bueno”. Dan consejos, propuestas de «salidas», críticas, hasta improperios, pero…al sistema que es propio de la clase dominante dicen ¡hay que sostenerlo!
“¡Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada!” Se «olvidan» siempre de decirnos quiénes hacen las leyes y quiénes son sus beneficiarios.
En este ascenso de luchas, la verdadera grieta es: revolución-contrarrevolución…
…no es, de ninguna manera, más capitalismo del bueno o del malo.
Ése es el gran problema a resolver hacia la revolución y ese problema hay que resolverlo con nuestro proletariado y nuestro pueblo, y para que ello sea factible, la confianza en las grandes mayorías populares es el arma letal a favor de la revolución.
Para el reformismo y el populismo de derecha o izquierda las masas “están para atrás”, “no entienden”. Para unos son de “derecha”, para otros de «izquierda” y, para los más, decididamente, no cuentan. La política, piensan, se cocina por arriba.
Para los revolucionarios, esas masas que aparecen silenciosas son las protagonistas de la lucha de clases y, en ellas, las ideas de revolución, cuando van por algo nuevo y no saben qué, tienen que ser imponentes, abiertas, no debe haber rincón que no se inunde de revolución.
Nuestro proletariado, nuestro pueblo van una y otra vez con embestidas, a veces se toma un respiro y luego avanzan. Hay una línea ascendente de expresión de bronca, odio a lo instituido. Todo ello se expresa como puede a sabiendas que el grado de conciencia alcanzado no le permite casarse con nadie.
La veta por donde viene la historia de la humanidad se corresponde con la confianza de los pueblos en sus propias fuerzas, con lo que saben, con lo que conocen, y es por allí que hay que seguir avanzando en una alternativa política de ancha base, unitaria, que se vaya entrelazando con la vida real.
Ese camino es el que estamos transitando los revolucionarios,
…muy lejos de las “luces del poder burgués” pero cada vez más cerca del poder político que se está gestando desde el enfrentamiento.
La propaganda socialista, la lucha por el poder, tienen que estar asociadas a lo que las masas, en el plano de las metodologías, vienen realizando.
No hay nada que inventar, los revolucionarios tenemos sólo que dirigir ese torrente de fuerzas de masas que se está estableciendo hacia la revolución y ello exige no reemplazar al pueblo sino guiarlo a la toma del poder.
Fortalecer todas las organizaciones independientes que durante años se han gestado, pequeñas o grandes, establecer rápidamente puntos fijos de unidad respetando la democracia directa ya establecida.
Quebrar permanentemente, en plano político-orgánico-ideológico, lo que la clase dominante nos lleva un paso adelante de distancia, en cuanto a la inviabilidad de una revolución socialista. Ésa es la esencia de la época que estamos viviendo y las tareas que de ello se desprende.