Por estos días la epidemia de dengue y zika se ha propagado rápidamente por toda América, pasando a ser información cotidiana en todos los medios de prensa.
La información sobre los cuidados y prevenciones de los virus oculta los verdaderos motivos de la propagación de los mismos (conocidos y no conocidos, todavía).
En el caso del dengue, se machaca hasta el hartazgo que el mosquito transmisor se cría en lugares con aguas estancadas; mientras tanto, los noticieros muestran que se fumiga el césped de plazas y parques donde, si bien hay mosquitos, no son los que transmiten la enfermedad. Pero bueno, hay que mostrar que algo se está haciendo.
Pero otra información mucho más clarificadora de por qué se ha propagado este virus, que ya había sido erradicado tanto en nuestro país como en otros países de América Latina que hoy también sufren la epidemia, se oculta deliberadamente por los medios del sistema.
La región que abarca extensas zonas de Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay y Argentina que han sido “colonizadas” para el cultivo de la soja transgénica, ha sido un caldo de cultivo fenomenal para la propagación del mosquito transmisor y, por ende, del virus. El uso sistematizado y permanente de los agrotóxicos (principalmente el glifosato) ha provocado un cambio cualitativo en el ecosistema rural; el veneno que intoxica tierras y aguas ha matado durante todos estos años de sojización descontrolada peces y batracios (sapos, ranas, escuerzos) que eran los predadores naturales de los mosquitos. Por otro lado, la deforestación producida para ganar campos de siembra para la soja y el calentamiento global general del planeta, que la propia tala indiscriminada alimenta, hace que las temperaturas cálidas se extiendan y se alarguen los períodos de sobrevivencia de los mosquitos. Estos, y otros factores, son las causas principales para que la reproducción y acción del mosquito transmisor del dengue provoque la descontrolada epidemia que hoy se padece.
Respecto del virus del zika, se sabe que fue descubierto en 1947 en Uganda (precisamente en el bosque de Zika, de allí su nombre) y que durante cincuenta años estuvo acotado a algunos casos aislados en África y Asia. En 2007 se produjo una epidemia en la Islade Yap en la Micronesia, región de Oceanía que comprende los archipiélagos del oeste del Océano Pacífico, y que luego se conocieron brotes en Melanesia, Polinesia y la Islade Pascua en Chile. A mediados de 2015 se conoció un nuevo brote en el nordeste de Brasil y hoy ya se está hablando de una extensión casi por toda América y hasta llegando a países de Europa. Hasta la fecha sólo se conocían los síntomas de la enfermedad, pero ahora se la relaciona con la microcefalia congénita que impide el desarrollo cerebral del feto. El virus, que en sus inicios afectaba solamente a monos, fue mutando hasta afectar a humanos y así propagarse como lo está haciendo.
En uno y en otro caso, muchas cosas son las que se ocultan sobre estas enfermedades. Pero la reunión de urgencia que convocó la OMS para tratar el caso del zika, tal como ocurrió con la gripe A, implica que grandes sumas de capitales irán a la “investigación” del fenómeno por parte de los laboratorios multinacionales.
Y así cierra perfecto el círculo de la barbarie capitalista: provocar las enfermedades para luego proveer la cura de las mismas. Así como se crea la necesidad del consumo de productos de cualquier tipo para luego venderlos masivamente, el capitalismo crea las enfermedades para que los laboratorios farmacéuticos (engranaje principal y destacado de la oligarquía financiera mundial) produzcan los remedios.
Esta es la forma que adquiere el “progreso” del sistema capitalista en su fase más decadente y reaccionaria.