Desde el gobierno de los monopolios se intenta imponer una falsa división en el pueblo. Toda medida impuesta por el poder burgués se endilga al gobierno anterior.
Por el contrario, el kirchnerismo y sus camporistas, acusan al gobierno en ejercicio de llevar adelante una política económica “neoliberal”. Lo curioso del tema es que en medio de esas contradictorias expresiones políticas hay de todo en la “viña del Señor”: “renovadores”,” socialistas”, “izquierdas parlamentaristas”, etc. Todos, absolutamente todos defienden las bases del sistema que los cobija: el Capitalismo.
Para “reinar”, cada uno tira agua para su molino, pero cuidando el sistema que les da de comer. De eso no se habla.
Estas corrientes políticas de la clase dominante, azuzan la división en el pueblo trazando líneas que esquiven la lucha de clases. Instalan debates que enardecen a los charlatanes de las políticas burguesas, con el sólo fin de encubrir el fondo de la cuestión.
Las peleas y contradicciones entre ellos seguirán su rumbo e intentarán montarse de una u otra forma en el estado de ánimo del pueblo. Estarán los macristas defensores del gobierno, y de los otros, que aportaron lo suyo en el proceso de concentración económica a favor de los monopolios.
Unos hablarán y actuarán con el “peso” que le han dado los votos, y los otros que -cuidando la gobernabilidad y la estabilidad en nombre de institucionalidad burguesa- bravuconearán pero se cuidarán de no sacar los pies del plato.
Sin embargo la verdadera división, la línea que los revolucionarios trazamos desde siempre es la lucha de clases, lo cual nos lleva a pensar y a trabajar políticamente eludiendo esa falsa división impuesta por el poder. Por el contrario el concepto de la existencia de la lucha de clases nos exige trabajar cada vez más con mayor exigencia y responsabilidad en la construcción POLITICA de una alternativa clasista a las opciones clasistas de la burguesía.
La burguesía no es toda una y la misma. Flaco favor le haríamos a la revolución de intentar unir lo que la propia clase burguesa no puede unir. Esa es una parte importante de sus crisis políticas como clase dominante. Esas facciones burguesas no son lo mismo porque en cada uno de ellos está expresada la diversidad de intereses monopólicos en disputa permanentemente por las riendas del Estado.
Pero de ésta caracterización, a querer definir una intencionalidad política que nos ¡exige! ir por el mal menor, a esta altura del Capitalismo Monopolista de Estado, es una gran burrada sólo comprensible en quienes de una u otra manera están “enamorados” de “neoliberalismo” o del “populismo”, o sea, más capitalismo.
Nos dicen: “La clase obrera y el pueblo solo pueden optar por el mal menor, de ninguna manera trabajar en el plano político- ideológico- orgánico por crear una alternativa de clase, con intereses de clase”.
En todo caso abundan frases hechas: ¡utopías! ¡sueños de juventud! ¡la política es otra cosa! Fundamentan y sintetizan todo con una palabrita: inviabilidad de una revolución social.
Vamos a dar vuelta la cuestión. Pensar que el sistema capitalista pueda resolver las necesidades de los pueblos ¡eso sí que es idealismo! Sueños de una juventud pasada atada a la idea de un capitalismo de libre cambio cuando la clase burguesa se expresaba desarrollando las fuerzas productivas a toda marcha. Sus partidos, sus organizaciones de Estado reivindican “la política”, su política rechazada por el pueblo por mugrienta, por eso hablan de hacer política, sus expresiones son de ese tenor harapiento, rastrero, infame.
La revolución que está en marcha, está brotando. No es un proceso consolidado, sólido, pero lo cierto es que ha parido desde hace un largo tiempo y no ha sido en vano. Miles y miles de almas proletarias y populares están empujando para que estos brotes se desarrollen en vistas de la revolución socialista. De un cambio clasista de Estado.
Pero son muchos millones de compatriotas que tienen muy claro lo que no quieren y esa es la responsabilidad de quienes estamos trabajando para el fortalecimiento de alternativas políticas capaces de ganar la simpatía y la acción transformadora para la revolución.
Parados desde allí, se hace imprescindible desplegar las políticas y organizaciones independientes del proletariado y el pueblo para guiar a las grandes masas por el camino de la revolución.
Nos tenemos que hacer fuertes en las metodologías revolucionarias que nuestro pueblo ha tomado desde hace décadas, llevarlas a la calidad política de la lucha por el poder y marcar terreno frente a cualquier opción burguesa que implore y rapiñe por el “mal menor”.
Lo que hay que enfrentar es al Estado de los monopolios y a las instituciones del mismo. Asimilar la idea de que la línea divisoria son los intereses de clase y no el hartazgo mediático de optar por la propuesta burguesa que nos proponen, dividida en mil pedazos.
Somos la gran mayoría del pueblo pero no tenemos una alternativa aún que nos exprese, los revolucionarios no buscamos el camino fácil del populismo y el reformismo para recibir las migajas de la gran “estafa” al pueblo; tenemos que embretarnos cada vez más en la política revolucionaria y en ella a millones que de una u otra manera están asqueados del actual sistema.
Luchamos por mejorar nuestras condiciones de vida, no le damos y no les daremos respiro. Es en ese pensamiento, que no se agradece a un sector burgués de las conquistas logradas con luchas que cuestan sangre sudor y lágrimas, sino que en simultáneo con esas conquistas, se impone la idea de la lucha por el poder.
Las metodologías y organizaciones que nuestro pueblo han creado en éstas últimas décadas son imprescindibles para caracterizar ésta época histórica como de época de revolución.
Nada que inventar, mucho que concientizar de lo hecho por nuestro pueblo, valorizar lo alcanzado hasta aquí y multiplicar hasta el cansancio las almas que le seguirán dando cuerpo a una alternativa política revolucionaria que lucha por imponerse, ante una burguesía que lucha por no morirse y sostenerse.
He aquí la clave del momento de la dialéctica de la lucha de clases.