Para una empresa monopolista que tiene operaciones en el país en diciembre, cuando un dólar costaba 9 pesos, el trabajador que ganaba 10.000 pesos le significaba un equivalente de algo más de 1.100 dólares. Hoy, que el dólar cuesta 15 pesos, ese mismo trabajador recibe un equivalente en dólares de 666. Es decir que para esa empresa, que tiene negocios globales y calcula su costo salarial promediando lo que paga en los diferentes lugares del planeta donde actúa, ese costo salarial en la Argentina se le redujo algo más del 65%.
Realizamos este cálculo para mostrar que de las primeras medidas tomadas por el nuevo gobierno, la devaluación fue la que apuntó, de entrada, a bajar los costos salariales de las empresas monopolistas, que son las que tienen una participación de casi el 65% en los salarios abonados.
Para que ese dólar siga siendo “competitivo”, nos dicen que la inflación debe ser controlada; acto seguido, se le intenta poner techo a los aumentos salariales. Recordar que la inflación de los últimos cuatro meses (que se calcula en 15/20% ) mientras los salarios no aumentaron en ningún sector. Pero el discurso, aun sin decirlo abiertamente como en otras épocas, apunta a culpar a los salarios del aumento de la inflación.
Pero, ¿qué es realmente lo que pasa? Estas empresas que mencionamos al principio, que de un plumazo vieron reducidos sus costos laborales en un 65%, necesitan que los salarios que pagan, equivalente en dólares, se mantengan en algo más de 660 dólares, o aun menos. Si el trabajador que hoy cobra 10.000 pesos pasara a cobrar 13.000 estaría representando un salario de casi 870 dólares. De allí que el dólar se mantendrá “competitivo” si el salario equivalente en esa moneda no se “dispara” nuevamente representando un «costo» salarial mayor para las empresas.
Estos señores burgueses no están dispuestos a ceder un ápice de sus ganancias. Mucho menos dispuestos a “poner el hombro”. La frasecita hecha y gastada de que todos debemos poner el hombro para que el país salga adelante, sólo sirve para los trabajadores y el pueblo y nunca para la burguesía monopolista. Las pruebas están a la vista. TODAS las medidas tomadas hasta aquí no tocaron un centavo de las ganancias de los capitalistas; al contrario, las aumentaron
La clase dominante conoce de discursos solamente para decir sus mentiras. No conoce de discursos ni apelaciones a la buena voluntad a la hora del “esfuerzo” social. Por eso son clase dominante. Para que el conjunto social haga los sacrificios que haya que hacer para que ellos sigan aumentando su rentabilidad.
La burguesía monopolista solamente cede cuando se la obliga a ello. Esto es con lucha, enfrentamiento y organización. Por eso es que no hay tregua ninguna que el proletariado pueda proponer. Ni esperanza ni expectativa de que el nuevo gobierno haga las cosas por nosotros. El período de gracia que proponen los gerentes sindicales es parte de la misma política burguesa. Cuando se pongan de vuelta la camiseta de “luchadores” será para guardar apariencias una vez que ya hayamos perdido.
La clase obrera, antagónicamente enfrentada a la burguesía y al sistema, debe verse como clase a sí misma y actuar unida como tal ante los ataques de la burguesía que ya están en marcha, trascendiendo las puertas de la empresa junto al resto del pueblo. Reafirmando y generalizando las metodologías de la democracia directa, las asambleas, la masividad y las decisiones de las mayorías para intensificar las formas de organización propias del proletariado que rompan definitivamente con la institucionalidad de la burguesía.