Mientras por estas horas se encuentra reunido el Grupo de los 20, del cual está participando nuestro ministro de economía, la humanidad se encuentra en situación catastrófica.
Lagarde, representante número uno del FMI plantea la solución concreta a los problemas del mundo llevando adelante y sin vacilaciones las reestructuraciones del sistema capitalista, profundizando el grado de centralización de capitales y haciendo recaer en los bancos centrales el papel de custodio del capital financiero.
Pero veamos un poco, nada se dice de la situación de los pueblos del mundo, en realidad de la humanidad. Con poblaciones gigantescas como China de 1.356 millones de habitantes, India 1.237, indonesia 254, Brasil 202, Pakistán 196, Nigeria 177, Bangladesh 166, y así podríamos hablar de los pueblos de Afganistán, Irak, Vietnam… casi la población entera del continente Africano, de América Latina; en fin, estamos hablando de miles de millones de seres humanos a los cuales el sistema capitalista no está en condiciones de resolver ni lo más mínimos derechos humanos de dignidad.
Estamos hablando de la Humanidad con mayúsculas.
El sistema capitalista es sinónimo de guerra, de disputa de mercados, de ganancias. Miles de millones de sufrientes y poblaciones minoritarias del planeta usufructuando el tendal que deja el sistema imperante.
Miles de millones de personas se han proletarizado durante los últimos 30 años, la gran mayoría con salarios que no alcanzan un dólar diario y que producen todo. La maquinaria capitalista destruye la principal fuerza productiva que es el Hombre y con él a toda la naturaleza, miles de millones se ven frenados a elevar su ser a una vida digna de vivir. Miles de millones de nuevos explotados y oprimidos en condiciones infrahumanas son usados como mercancías, son números solo valorizados a la hora de calcular la plusvalía que se les va extraer.
Guerras, generaciones enteras dedicadas al arte militar, quemazón de fuerzas productivas en el tráfico de armas en sí mismas y quemazón de fuerzas productivas hombre, no sólo con la muerte sino que la razón de las mismas sea el control estratégico para profundizar la explotación del Hombre.
China, y a modo de ejemplo, instaló una base militar en Djibuti, un pequeño Estado instalado en un lugar estratégico (se encuentra en el noreste de África y es la puerta de entrada al Mar Rojo) en donde en poco tiempo instaló entre otras cosas una monumental base militar para custodiar los intereses estratégicos en el continente negro.
Cabe recordar que este mismo país y producto de sendas luchas proletarias en su propio país está proletarizando a millones de almas africanas para sostener un salario al mejor estilo Indio en donde el 80% de la población vive con un dólar.
Pero los pueblos del mundo no se suicidan ni mucho menos la humanidad, bajo el esclavismo, el feudalismo y ahora el capitalismo, en sus inicios estos sistemas lucharon por nacer y desarrollarse, a la vez que en esos intentos de avances y retrocesos las fuerzas productivas frenadas por la anterior formación económica “explotaron” hacia adelante a la humanidad.
Todas estas etapas vivieron épocas de revoluciones sociales y el sistema capitalista no fue la excepción. Su clase burguesa en su fase revolucionaria supo desatar las fuerzas productivas encerradas en la época feudal.
En la actualidad esa misma clase burguesa tiene aprisionada a la humanidad y es esa misma humanidad que está luchando por nacer y crecer de la mano de miles de millones de proletarios que expresamente empujan la historia hacia adelante.
No son las peleas interburguesas las que dominan la sociedad Humana, son las clases las que dirimen el devenir de la humanidad y es ese proletariado en el mundo que desde hace varios años va abriendo épocas de revoluciones sociales.
Los revolucionarios estamos parados sobre esa gran base material para avanzar a la revolución que sea capaz de destapar todas las fuerzas productivas Hombre. Revoluciones sociales en donde el Hombre se apodere de lo que es suyo y en definitiva las grandes mayorías sean capaces de dirigirse a un destino de dignidad.
Miles de millones de proletarios, como nunca antes en la historia somos el sustento clasista de la viabilidad de un cambio revolucionario.
El freno al Hombre es el sistema que aprisiona y contra él hay que dirigir el peso de la lucha.