En el día de la fecha se abren las sesiones del Congreso.
El presidente Macri informará el acuerdo con los llamados «Buitres» que representa un pago de 15.000 millones de dólares de las arcas del Estado y luego, el Congreso decidirá si aprueba o no el «arreglo».
Parte de la «oposición» política burguesa cuestiona el acuerdo y habla de que con ello se vuelve al endeudamiento.
Con ese argumento pretenden diferenciarse del actual gobierno acusándolo de entregar los fondos del Estado al capital especulativo.
Durante todos los gobiernos, incluida la dictadura militar de los años ’70, y fundamentalmente a partir de ella, la mecánica de la deuda ha sido la herramienta que la oligarquía financiera ha utilizado para apropiarse en conjunto de los recursos producidos por el proletariado y el pueblo trabajador.
Los dueños de los monopolios nunca dejaron de endeudar al Estado.
Desde el gobierno de Isabel Martínez, la llamada deuda externa creció, en poco más de dos años, de 2.000 millones de dólares a 8.000 millones. Cuando la dictadura militar dejó el gobierno, la deuda había ascendido a unos 40.000 millones.
El gobierno de Alfonsín terminó su mandato antes de tiempo con un incremento mayor a pesar de los pagos efectuados y así sucesivamente, gobierno tras gobierno, abultaron la llamada deuda externa.
El último gobierno pagó más de 170.000 millones de dólares y sin embargo la llamada deuda creció a unos 250.000 millones de dólares.
El actual «arreglo» con los fondos buitres implica un desembolso de 15.000 millones.
Pero los mecanismos de endeudamiento del Estado no se agotan en los préstamos que se acuerdan con las instituciones bancarias internacionales. También se emiten bonos que compran en forma directa las empresas monopolistas y bancos. Por ejemplo, el llamado mercado a futuro por el que fue llamada a declarar la ex presidenta representó una entrega a los monopolios de unos 1.500 millones de dólares.
Nunca se dejó de «endeudar» al Estado. La única diferencia es quién es el acreedor: instituciones internacionales tales como el Club de París, el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, etc., o las empresas y bancos particulares transnacionales que actúan en nuestro país y en todo el mundo.
Cuando la burguesía habla de que pagando la deuda a esos organismos internacionales se accederá nuevamente al mercado de capitales, se refiere únicamente a que dichos capitales son los recaudados por todos los Estados y no tienen nombre propio (es decir no pertenecen a un monopolio o banco en forma particular). Pero eso no quiere decir que en algún momento no hubiera deuda que el Estado tuviera que pagar a determinados monopolios que le dieron dinero al Estado a cambio de bonos emitidos por éste.
Los fondos provenientes de los organismos internacionales son mucho más abultados que los que puede reunir un sólo monopolio y, además, tiene la ventaja de que no es capital privado, sino que constituye el pozo común con el que cuenta toda la oligarquía financiera mundial. Es por eso que dicho capital se presta para inversiones de «riesgo», ya que nadie está dispuesto a invertir cuando las condiciones del país del que se trata, implican riesgo debido a la lucha de clases que se desarrolla en él.
A ello se debe que en la actualidad escasea el capital para invertir. Los únicos que pudieran invertir con el riesgo que hay en nuestro país, son los organismos internacionales que disponen de los fondos de toda la oligarquía mundial pero que no pertenecen a nadie en particular.
Eso es lo que la burguesía llama acceder a los mercados de capitales. De ninguna manera significa que en algún momento hubiera cesado el mecanismo de apropiación de dineros que maneja el Estado.
Bajo el Capitalismo Monopolista de Estado, para el proletariado y el pueblo trabajador, no existe diferencia si los que se apropian de los recursos son los organismos internacionales o los monopolios en forma particular. El mecanismo de la deuda es una herramienta a través de la cual, luego de apropiarse de la plusvalía que surge del tiempo de trabajo no remunerado al proletariado, la oligarquía financiera se apropia de los ingresos de todo el pueblo, incluidos los sectores más débiles de la propia burguesía. Para el trabajador y el pueblo, es indiferente que dicha apropiación vaya a parar a tal o cual institución o a tal o cual capital financiero privado. El dinero, en suma, va a las manos de la oligarquía financiera internacional que dispondrá del mismo para invertir en el punto del mundo que más le convenga para acrecentar su capital.