El gobierno de la burguesía monopolista ha tomado medidas desde una posición defensiva en lo político. Por esa razón, muchas de esas medidas tuvieron que anularse o modificarse, poniendo blanco sobre negro que no existe un plan claro para navegar en medio de la tormenta a la que está sometido por la acción de las fuerzas que actúan en la lucha de clases: la burguesía por un lado y el proletariado y el pueblo por el otro.
La inviabilidad de la continuidad del sistema capitalista se hace así evidente, pues las fórmulas que otrora utilizaron los gobiernos de turno, como por ejemplo, las expectativas sobre la democracia burguesa como fórmula para solucionar el problema de la alimentación, la vivienda, la educación, la salud y la perspectiva de una vida mejor para las masas oprimidas en tiempos de Alfonsín; o la revolución productiva, las privatizaciones y el uno a uno montados sobre la mentira del salariazo en la época de Menem; o la condena al éxito del supuesto país de las maravillas de Duhalde; o el «proyecto nacional y popular» de los Kirchner, fueron cayendo como fichas de dominó puestas en filas empujadas por el dedo acusador de las mayorías, cada vez más numerosas, de seres humanos que ven insatisfechas sus vidas.
Todos han aplicado las mismas recetas a pesar de los distintos eslogan con que adornaron su gestión: ajuste a los salarios, inflación, devaluaciones, déficit fiscal, saqueo a las cajas de jubilaciones, aumentos de tarifas, pagos de deuda, renegociación con los acreedores, privatizaciones de empresas estatales primero, y «nacionalización» después (ambas con aportes millonarios del Estado a favor de los monopolios), creación de nuevos impuestos y aumentos de los mismos (IVA, bancarización de los asalariados, impuesto al salario, impuestos a los sellos, a los combustibles, a los cheques, etc.), limosnas entregadas a través de punteros políticos a los sectores más pobres y excluidos de la sociedad (cajas PAN, planes trabajar, procrear, subsidios varios, etc.). Todo bajo el marco de la corrupción porque dicha corrupción radica en la malversación de los fondos que el pueblo aporta con su trabajo a favor de la ínfima minoría burguesa para lo que se utilizan todos los mecanismos antes descritos.
Ninguno ha dado soluciones estables y a largo plazo, ni expectativas de una vida mejor para los trabajadores y el pueblo. Ningún gobierno futuro que tome el timón de este Estado capitalista dará solución al pueblo. Pero todos han llevado y llevarán agua al molino de la acumulación y reproducción ampliada de los capitales de la oligarquía financiera internacional. Recordemos por caso, la frase emblemática de la última presidenta referida a su gestión a favor de la burguesía monopolista: «la levantaron con pala».
El actual gobierno ni siquiera exhibe una consigna que adorne su gestión a través de la cual intente un engaño. Simplemente habla de «cambio»…y nada más. Pues es tan crudo el desprestigio político de la burguesía que no da para otra cosa.
Todos los gobiernos, incluidos también los anteriores a la gestión de Alfonsín, han representado únicamente los intereses de la gran burguesía monopolista. Es por eso que prenderse de la falsa contradicción entre Kirchnerismo y Macrismo, y hasta la identificación de ambas gestiones gubernamentales como tales, no hace más que alimentar lo que fervientemente azuzan las usinas de la burguesía que pretenden presentar como oposición lo que no es oposición.
Ningún gobierno que surja de las elecciones, es decir, del producto del funcionamiento de las instituciones del sistema, aplicará otras medidas distintas de las mencionadas más arriba, ya que el marco de acción dentro del sistema capitalista no es otro que el saqueo de los frutos del trabajo de las mayorías populares. En consecuencia, toda propuesta a elegir a los «representantes» que, desde los puestos en el Estado nos van a «resolver» los problemas de vida, no es más que mentira e intentos de engaño y creación de falsa expectativa sobre que el poder se conquista ocupando puestos gubernamentales.
La lucha revolucionaria de masas por la conquista del poder es totalmente opuesta a la carrera electoral por la conquista de los cargos gubernamentales o parlamentarios para participar del circo de la mentira y el engaño en complicidad con la burguesía monopolista que dirige la batuta del sistema capitalista.
La construcción de las bases del socialismo, el único sistema de organización social que nos garantizará beneficios estables y perspectivas de un futuro aún mejor, se crean día a día hoy mismo. Es lo que el pueblo está haciendo en sus lugares de trabajo, en los barrios, escuelas y facultades, en las calles, con la fusión de las ideas revolucionarias que empiezan a tallar. Es la lucha revolucionaria de masas basada en la movilización y la participación protagónica de la clase obrera y los sectores populares con decisiones tomadas como fruto de la democracia directa y las asambleas para resolver sus problemas de vida.