Como ya lo venimos señalando, atravesamos una etapa histórica en donde crecerá la confrontación social, producto de la lucha de las clases. En este marco, prevemos que esos hechos irán poniendo a la clase obrera y al pueblo en las puertas de de un gran cambio. Objetivamente, crece la posibilidad de que las fuerzas del pueblo avancen en la lucha por el poder y desalojen a la oligarquía financiera del Estado, de ese poder sustentado en la explotación, la dominación, la opresión, la represión y el engaño.
Esta situación alienta a los revolucionarios. Una joven vanguardia obrera comienza a identificarse con el proyecto revolucionario del proletariado y su partido.
Indefectiblemente, en esos incipientes pasos, aparece una pregunta: ¿cuál es poder que se avecina? El proyecto revolucionario define claramente el papel de la clase obrera, por su historia, su espíritu y su posición central en la sociedad industrial. Pero en política, esto no alcanza para garantizar el poder de todo el pueblo y la necesaria participación en la democracia revolucionaria, capaz de dar garantías de continuidad, profundidad y defensa de los cambios políticos, económicos, y sociales, que necesariamente tomará el proletariado y el pueblo trabajador, para avanzar en la conquista de dignidad y el nuevo hombre.
Es importante identificar qué poder material se avecina, su forma y contenido, sus prácticas y espíritu. Las formas y la esencia de ese poder no nacen del resultado intelectual de un grupo de iluminados que alrededor de una mesa debaten y deciden cómo será. Ni de un grupo de científicos sociales y políticos, que precisan el rumbo, los modos y contenidos del movimiento hacia la Revolución.
La respuesta está en los fenómenos políticos y sociales que ya han venido desarrollando las masas en los últimos 20 años. De los cuales hemos sido partícipes como parte de esos millones de hombres y mujeres que ya hartos de tanta ignominia, han salido a buscar a sus iguales para recuperar la dignidad y emprender la búsqueda de una salida a las calamidades que caen sobre las espaldas de toda la sociedad.
La respuesta nace desde las mismas entrañas de la lucha de clases. Desde la misma lucha política y social de la clase obrera, las masas trabajadoras y el pueblo todo, en su camino por resolver, en la práctica, la lucha por las demandas económicas, políticas y sociales. Desde su experiencia política en la democracia burguesa, donde toda la institución del Estado, gobierno, parlamento y justicia, junto a las llamadas “organizaciones intermedias”, sindicatos, asociaciones profesionales etc. han sido corrompidas y cooptadas por el dinero y el poder de dominación de la oligarquía financiera. Y han terminado trabajando sin desparpajo, ni el más mínimo pudor, contra los intereses del pueblo y los trabajadores, en función exclusiva de los intereses de la gran burguesía.
Que el pueblo gobierna a través de sus representantes -principio de la concepción liberal burguesa de la política-, lo hemos sufrido en nuestro propio cuero. El pueblo comprendió, en este camino de aprendizaje, que las instituciones de la burguesía no sirven para resolver ninguna de las reivindicaciones y aspiraciones políticas y sociales de las mayorías, y ha desarrollado como herramienta y metodología la autoconvocatoria, la democracia directa y la asamblea soberana. Nacida en los años noventa, la misma se ha ido extendiendo en todo el territorio nacional y es tomada por diferentes sectores, convirtiéndose en la forma más genuina de participación política. Ensayando formas de democracia directa, la burguesía ha tenido que retroceder en más de un caso, golpeada duramente en el terreno político.
Eso explica hoy porqué, aún hoy, la autoconvocaroria y la democracia directa sean mala palabra para todo el arco de los políticos del sistema burgués, desde “la derecha” a “la izquierda”, tildándola paradójicamente de hasta antidemocrática. Las grandes empresas monopólicas no son ajenas a esto y machacan conque “la autocovocatoria no va”, que “bueno o malo los sindicatos son el camino”… y varios etcéteras mas. Escuchando la queja: “no puede ser que no respondan a nadie”, queda todo dicho.
Los pueblos siempre somos capaces de juntarnos a buscar soluciones. El movimiento de masas, desde la práctica, ha sido capaz de empezar a elaborar la negación del sistema burgués de representación, ha cuestionado en su forma y esencia a todo el sistema burgués, ha empezado a marcar el camino de por dónde se comenzará a salir de esta cruel situación a la que nos empuja el capitalismo.
No tenemos dudas de que el movimiento de masas ya construye esas bases, aún embrionarias, del futuro poder estatal revolucionario. Como tampoco tenemos dudas de que en este punto del desarrollo de la lucha de clases, el papel dirigente de la clase obrera y su partido revolucionario se acrecienta, y su intervención es de trascendental importancia.
Dotar hoy a ese mosaico de experiencias del proyecto revolucionario y de la táctica política del proletariado, será lo único capaz de unificar, dirigir y conducir a esas verdaderas fuerzas motrices revolucionaras contemporáneas hacia la no muy lejana Revolución.