Por estos días el gobierno nacional conseguirá, seguramente, la aprobación en las dos cámaras legislativas de las leyes que autoricen el acuerdo con los llamados fondos buitres.
Las discusiones y chicanas escuchadas las últimas semanas sobre este tema han dejado al descubierto, una vez más, la decadente crisis de la burguesía argentina. Por un lado, el gobierno actual defendiendo la necesidad del acuerdo para “volver a los mercados”. Por el otro, los defensores del gobierno anterior que denuncian al actual de vende patria; los mismos que fueron pagadores seriales, tal como lo afirmó la anterior presidenta en su discurso del 26 de agosto de 2013 cuando se reabrió el canje de deuda con los acreedores que no habían entrado en el canje inicial.
Mientras tanto, periodistas que se escandalizan por las entrevistas al ex secretario Guillermo Moreno, mientras que en su programa entrevista a Domingo Cavallo; canales de televisión que reproducen hasta el cansancio un video donde en una cueva financiera cuentan dólares y euros como si fueran caramelos; después que la otrora paladín anticorrupción, Laura Alonso, arriara todas las banderas en un solo acto para justificar el secreto del acuerdo YPF-Chevrón, comienza a develarse que la petrolera “argentina” creó una empresa en el estado de Delaware en Estados Unidos, conocido por ser un paraíso fiscal dentro de ese país, para firmar el contrato de explotación de los yacimientos de Vaca Muerta.
En una palabra, toda la mugre de una burguesía monopolista que no atina a más que “tirarse muertos” de uno y otro bando para ganar posiciones e imponerse en esta lucha abierta entre facciones. En el medio, el pueblo trabajador que ve cómo de uno y de otro bando se llenan la boca arrogándose representar sus intereses, cuando en realidad lo que se está exponiendo es cómo cada facción de la burguesía tira para el lado que le dictan los negocios monopolistas.
Mientras unos quieren “endeudarse” y otros “desendeudarse”, todos están cruzados por la defensa irrestricta del sistema de explotación y opresión capitalista. La escena no puede ser más elocuente. Los de arriba se desgañitan en sesiones maratónicas en el Congreso mientras los de abajo peleamos todos los días para sobrevivir apenas.
El sainete de la democracia burguesa (con perdón del respetable y popular género del sainete) en directa oposición a las aspiraciones democráticas reales de las masas populares. Unos, en un terreno cubierto de barro e inmundicia mostrando toda su decadencia; otro, surgiendo de la entrañas mismas de la lucha de clases y mostrando ser lo verdaderamente nuevo y revolucionario que lucha por imponerse sobre tanta injusticia.
Los de arriba no pueden gobernar como quisieran; los de abajo no tenemos aun la fuerza política suficiente para derrotarlos. En la resolución de esta situación debe centrarse la preocupación y la acción de los revolucionarios.