El gobierno no tiene otro camino que seguir adecuando el Estado al virulento proceso de concentración económica y de centralización de capitales.
Para ello debe tomar iniciativas todos los días.
La burguesía monopolista en su conjunto empuja con el objetivo central que los unifica, que es achicar el salario de todas las formas posibles.
Para llevar a cabo esas iniciativas políticas la clase dominante se choca con un pueblo y una clase obrera altamente politizadas.
Existe un estado de ánimo en las grandes mayorías que, en términos generales, diríamos es de “pocas pulgas”.
La burguesía monopolista necesita avanzar. Los tiempos del proceso de concentración así lo exigen. Pero a decir verdad, y a modo de ejemplo, cuando en el “protocolo” de represión el gobierno quita el ítem de los cinco minutos para desalojar un piquete grafica algo de lo que queremos decir; tienen que avanzar, tienen iniciativas, pero las mismas están dentro de un proceso mucho más grande de la lucha de clases: No pueden gobernar como quisieran.
La puja interburguesa es feroz y ese proceso no es ni será pacífico. En el propio gabinete se está expresando esa puja y la misma es producto de que no hay un sector de la oligarquía financiera que predomine sobre otro con la necesaria holgura que los tiempos requieren para unificar a toda la clase dominante.
Por otro lado, y teniendo una incidencia directa sobre el bloque dominante, existe la alta politización de nuestro pueblo.
Todo está en debate y todo se azuza cuando a la hora de la reflexión entre los compañeros de trabajo, la familia, los amigos, existe una gran inquietud porque la plata no alcanza, la inflación crece y las boletas confiscatorias asoman en todo su esplendor.
Esta situación ha creado una cuestión subjetiva que ronda la cabeza de millones y ella misma se está expresando en forma constante. La disposición de nuestro pueblo, todo lo indica, es a no “dejarse pasar” y reaccionar ante toda prepotencia.
Esto no quiere decir solamente que en el estado de ánimo actual lo único que cuenta es la lucha de barricada, la protesta en la calle. Están contando factores mucho más profundos que resumiríamos en el profundo sentimiento arraigado en las masas de avanzar hacia una vida digna, denominador común de múltiples consignas movilizadoras en danza.
La lucha abierta, el enfrentamiento ya comenzado en sendas y multitudinarias movilizaciones, se están robusteciendo. Se preparan y foguean decenas de miles y miles de avanzadas; se preparan las nuevas organizaciones con nuevas metodologías para la etapa; se abren a diario nuevos caminos de unidad por abajo; se establecen organizaciones autoconvocados; comienzan a romperse cercos y aislamiento. En fin, una gama de situaciones que van preparando condiciones objetivas para golpear con mayor precisión.
Una visión superficial del problema niega la lucha de clases. “Ve lo que ve”, lo superficial, y sólo atina a mirar el estado de ánimo del pueblo en los estrechos márgenes que la ideología dominante le permite.
El reformismo y el populismo niegan la revolución social. Ellos quieren mejorar el capitalismo. Para ello, entre otras cosas, lo “caracterizan”, “boquean” y llaman al “vótenme, no los voy a defraudar”.
Niegan los procesos que por dentro experimentan las grandes mayorías. Se suben al pedestal y subestiman las capacidades que condicionan las decisiones de la clase dominante.
Es verdad, el poder burgués no puede gobernar como quisiera. Pero también es verdad que la todavía presencia embrionaria de las ideas revolucionarias, que determina la ausencia con un peso mayor de una alternativa revolucionaria, están frenando un estado de ánimo en constante ascenso que posibilite otra calidad de la revolución.
Este enmarañado camino de acumulación de fuerzas está en marcha y erosiona toda decisión política del poder burgués. Eso es bueno pero no suficiente.
Se trata de ir fortaleciendo todas las organizaciones que nuestro pueblo crea a diario por fuera del sistema institucional burgués. La autoconvocatoria, la asamblea soberana, son fuerzas que se siguen desplegando de mil formas.
En ese mismo sentido, las fuerzas políticas revolucionarias también tienen que crecer rápidamente. Y en ello incluimos a nuestro PRT.
Tenemos un proyecto revolucionario de poder expresado en mil batallas y en definiciones que afirman una conducta política independiente de la burguesía. Se trata también de fortalecer el PRT en todos los planos para que ese cúmulo de fuerzas, que nacen a diario desde la lucha, se encuentre con una propuesta de un plan revolucionario que está en marcha.