Los medios de la burguesía, durante las últimas semanas, han instalado fuertemente el tema de la corrupción. Decimos que lo han instalado porque los medios hablan de las cosas que quieren hablar, y en el momento que quieren promoverlas. Siempre hay corrupción, a veces más a veces menos, pero cuando los intereses políticos y económicos del gran capital necesitan echar mano al tema, pasa lo que está pasando: todos los días se destapa una olla nueva.
El pueblo argentino conoce de estas cuestiones. Como dijimos: siempre hubo, hay y habrá corrupción. Hay corrupción para votar leyes, para quedar preso o no, para ganar una licitación, para quedarse con un negocio que hasta hace poco era de un competidor, para beneficiar a bancos con la emisión de bonos… Y así podríamos seguir la lista hasta completar varias páginas.
La nueva discusión que pretenden instalar, es si el gobierno anterior fue o no el más corrupto de todas las épocas. Méritos han hecho, sin dudas. Habría que preguntarse: ¿hay algún sector de la burguesía que no sea corrupto? ¿Pueden unos y otros “tirarse” con acusaciones sin quedar todos manchados por la misma mugre?
Los mismos medios burgueses dan cuenta que dentro del actual gobierno hay sectores que quieren sacarle todo el jugo al tema de la corrupción, y otros que abogan por “no hacer olas”, precisamente, porque saben los muertos que se esconden bajo la alfombra de la burguesía. Sin embargo, y como siempre hace la clase dominante, se instalan los temas y nunca se va al fondo de los mismos.
La corrupción no es un mal pasajero. Es intrínseca al carácter explotador del sistema capitalista. Va más allá de las personas, de los nombres, de si se es honesto o no, de si alguien se queda con más o menos plata.
La existencia de las clases poseedoras y las clases desposeídas son el fundamento de la corrupción y de todos los chanchullos que podamos conocer. Un sistema que funda su existencia en la explotación de las mayorías por parte de una minoría que se apropia del trabajo y la riqueza que éste genera, es la madre de todas las corrupciones. Desde el momento en que un señor burgués se apropia de la plusvalía generada por un trabajador, se constituye la base material para la existencia de corrupción en todos los niveles del aparato estatal; aparato que, por otra parte, es la garantía para que exista y se legitime la explotación.
La propia burguesía se ha encargado de promover lugares comunes como el “roban pero hacen”, frase que encierra, justamente, avalar el robo.
En la actual situación de la lucha de clases en nuestro país, al agitar este tema, la burguesía está jugando con fuego. Los más amplios sectores populares asisten asqueados a denuncias y pruebas que, por experiencia, saben que no llevarán a ningún puerto.
De allí que para la población no queda “títere con cabeza” y toda la superestructura política, judicial y legislativa queda cuestionada; nadie se salvará de la inapelable conclusión popular: hablan, hablan pero nadie va preso.
De esta manera, la burguesía monopolista suma otro frente de batalla por donde el movimiento de masas ahondará la irreversible crisis política que atraviesa como clase dominante.