El día lunes, el presidente Macri, con un descaro propio de los exponentes de su clase, declaró: “Me duelen los aumentos, pero lo hicimos lo más gradual posible”.
Primera reflexión: Si los aumentos son graduales, quiere decir que vendrán más aumentos de tarifas, combustibles, alimentos, etc.
Mientras esto declaraba el presidente, su dolor no le impidió conceder otro beneficio escandaloso a algunas de las empresas petroleras que operan en nuestro país. Panamercian Energy, YPF, Tecpetrol y Sipetrol cobrarán una deuda que el Estado mantenía con las mismas por 1.900 millones de dólares.
Esto se suma al compromiso acordado a principios de la gestión, por la cual el gobierno le garantiza a las compañías que explotan en la cuenca del Golfo un pago de 54,90 dólares por barril para el petróleo pesado y 67,80 para el liviano, cuando el precio internacional supera por poco los 40 dólares. Significa que el Estado de los monopolios desembolsará entre 5.000 y 7.000 millones de dólares por este subsidio, por lo que durante este año la industria petrolera recibirá del bolsillo de todos los argentinos cerca de 10.000 millones de dólares.
Por otra parte, estos días trascendió que el aumento de los combustibles durante todo 2016, sumados a los aumentos de enero y de abril, llegará al 30%.
El gobierno agita la crisis heredada cuando tiene que ajustar a los trabajadores y al pueblo, pero a la hora de seguir con las políticas de subsidios a los grandes monopolios, la crisis desaparece.
El gobierno macrista, como ya lo hicieron en otras épocas otros gobiernos de la burguesía, intenta poner por delante del pueblo la zanahoria de la crisis; aguantemos el chubasco, que ya vendrán tiempos mejores
Para cerrar la pantomima de la crisis, los gerentes sindicales agitan los despidos y las suspensiones y no dicen ni “mu” del atraso salarial, afectado exponencialmente por las últimas medidas.
Es que lo que realmente está en crisis es el sistema capitalista en su conjunto. Una crisis nacional que se enmarca en una crisis mundial. Las burguesías gestionan esa crisis sistémica garantizándole a los monopolios el sostenimiento de su tasa de ganancia.
Todos los otros discursos sobre la lucha contra la pobreza y el hambre se rinden ante esta evidencia.
La verdadera crisis la sufre le pueblo trabajador al que el sistema sólo puede ofrecerle un empeoramiento en su nivel de vida, como se está palpando en la calle por estos días.
Pero lo que también se palpa en los lugares de trabajo, de estudio, en las barriadas, es que no se vive de discursos. No estamos en épocas en las que las masas crean ni confíen que los de arriba tienen alguna intención de resolver los acuciantes problemas de la lucha por la vida. Así es que el nuevo ciclo de luchas que se está abriendo en toda la extensión dela Argentina, auguran a la burguesía una agudización de su verdadera e irremediable crisis: la crisis política que afecta a la clase dominante en su conjunto y que le impide gobernar como ellos necesitarían gobernar. La paz de los cementerios está muy lejos de ser la característica que predomine y, por el contrario, la agitación social y política será creciente.
Debemos seguir impulsando todo tipo de medidas de repudio y rechazo al brutal ajuste contra el pueblo. Es posible hacerlos retroceder con la lucha bien desde abajo, para ganar terreno tanto en la lucha por la conquistas como en la lucha política abierta contra las políticas de la burguesía monopolista.