El próximo domingo 29 de mayo se cumplen 47 años del histórico Cordobazo, un acontecimiento que marca toda una cualidad y referencia de la lucha de nuestra clase obrera y el pueblo, que va a tener relevancia internacional en un contexto mundial, y fundamentalmente en América Latina, donde soplaban enfurecidos vientos de revolución.
En un mundo convulsionado por los movimientos de liberación nacional de diferentes continentes que hacían oír su voz, con un Vietnam enfrentando la intervención de Estados Unidos; sumado a ello, el embrujo de una revolución triunfante como la cubana, la gesta y muerte del Che en Bolivia, y el Mayo Francés; añadido a este contexto se sumaba la tensa lucha de clases en nuestro país, con la resistencia peronista, la oposición y fracaso del Plan CONINTES, y un nuevo golpe de Estado, el de Onganía, que venía “para quedarse”, en el intento más serio hasta ese momento de instalar definitivamente el Capitalismo Monopolista de Estado. Traía como objetivo central el disciplinamiento y control de la clase obrera, un elemento esencial para poder instaurar tal etapa del capitalismo. Con una abrupta incorporación de Argentina a la era de las multinacionales monopólicas que se ponían en franca contradicción con el capitalismo de Estado, y que se hacía imperioso dejarlo atrás, lo cual pondría en blanco sobre negro el tremendo enfrentamiento de clases que luego se daría.
Todo esto, con un factor no menor y que pasaría a ser determinante: nuevas ideas revolucionarias surgían y surcaban la tenas y enérgica lucha de nuestra clase obrera y el pueblo. Nacía la lucha por el poder y el socialismo.
Ello explica el surgimiento del sindicalismo clasista que aparece con fuerza en oposición a la CGT y a las 62 Organizaciones, que habían dado todo el apoyo al golpe de Onganía. Un clasismo que va a ser la contracara de Perón, pues va a partir de la concepción irreconciliable entre el capital y el trabajo, y por ende, las primeras aspiraciones de romper con el Estado burgués siendo las primeras señales serias de tal clasismo de abandonar la lucha economicista por la lucha política, en una vanguardia dispuesta a darlo todo como así lo demostró la Historia.
En toda esta cuestión de fondo se dio el Cordobazo. Los hechos, un extraordinario paro y movilización que devino en una insurrección, producto de una medida tomada por Krieger Vasena, Ministro de Economía de Onganía de quitar el sábado inglés (que implicaba que las horas trabajadas después de las 13 horas eran pagadas al 100%), el congelamiento salarial (cuando ya la demanda salarial en Córdoba era del 40%), y el congelamiento de los convenios colectivos de trabajo.
En simultáneo, la lucha estudiantil universitaria se encontraba en su punto más álgido. Ya tenía un carácter nacional, donde los reclamos eran varios, principalmente contra la mala calidad de los profesores, con vicios retrógradas y reaccionarios, autoritarios con el alumnado; se exigía una universidad abierta. Esta lucha va a tener un condimento gravísimo: la muerte de dos estudiantes, uno en Corrientes y otro en Rosario producto de la represión, días previos al Cordobazo.
Planteadas así las cosas, Agustín Tosco junto a Atilio López, dirigentes de Luz y Fuerza, y de Transporte, donde se sumaría el SMATA, decretan paro y movilización.
Las fábricas se proponen marchar hasta el centro de Córdoba capital, donde los estudiantes literalmente ya lo tenía tomado. Un cordón de la represión intenta que no se junten ambas protestas, pero se da un hecho desgraciado que hace estallar la insurrección: un policía mata de un disparo al obrero mecánico Máximo Mena. Los trabajadores rompen la contención de la represión y llegan hasta el centro de Córdoba, donde junto a los estudiantes y el resto del pueblo que se suma, toman el control de la ciudad hasta que el gobierno nacional da la orden de que intervenga el ejército, encarcelando a los dirigentes y un sinnúmero de trabajadores y estudiantes, con un saldo que al menos supera los 30 compañeros muertos y miles de heridos.
La aparición de hombres como Agustín Tosco y Atilio López en Córdoba, Santillán y Leandro Fote en Tucumán, o Sabino Navarro en los ferrocarriles del tren Sarmiento, se reproduciría en miles de fábricas y localidades, con una conducta revolucionaria y respeto de las masas que sintetizaba la hora que se vendría.
El Cordobazo, el Rosariazo, el Mendozaso, el Tucumanazo, fueron todas insurrecciones donde sus protagonistas y caudillos centrales serían del proletariado. La caída de Onganía hizo ruido. El Capitalismo Monopolista de Estado no pudo avanzar en sus logros. El auge ininterrumpido de las masas ya estaba desatado y no le quedó otra a la burguesía que preparar la vuelta de Perón.
La situación para el capitalismo en Argentina era mucho más grave que en el ’40. Esta vez no solo había surgido la necesidad de una revolución de carácter proletario sino que ya estaba en marcha. El clasismo y las masas obreras comenzaban a imponerse en las fábricas en unidad con el resto de la población.
Los conflictos comenzaban a denominarse “paros activos”, con tomas de plantas y movilizaciones, y la unidad de la clase obrera de comenzaba a expresar en lo concreto por fuera de la institucionalidad burguesa que eran los sindicatos nacionales en manos de la burocracia.
Así se dieron las coordinadoras de gremios y fábricas de base, surgían los comités de lucha, e incluso se llegaron a recuperar sindicatos a niveles regionales o locales.
El Cordobazo es una extraordinaria experiencia, patrimonio de las generaciones actuales. Fue a partir de ahí que miles de extraordinarios hechos se desarrollaron. La experiencia de SITRAC-SITRAM, el Vivorazo, y más adelante el Villazo o el Rodrigazo, o las huelgas históricas como la de El Chocón, o la experiencia en los ingenios azucareros en Tucumán marcaron a fuego, al tiempo que potenciaron el rico origen de nuestra clase obrera y la gesta del 17 de Octubre, agregándole el elemento central: la lucha por la emancipación política de la burguesía por parte de la clase obrera y el pueblo.