La burguesía transita, podemos decir, a través de un pasillo marcado por dos paredes muy altas. Una de ellas está constituida por las leyes materiales del propio sistema capitalista. Esta pared se mueve hacia adentro angostando el pasillo, achicando el espacio a través del cual se desplaza la burguesía. Ninguna voluntad puede torcer su permanente movimiento. Es la pared que, entre otras consistencias, crece con la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. El propio sistema capitalista, con su funcionamiento diario, hace que esa pared vaya moviéndose hacia el centro del pasillo. Cada momento de la producción, cada transacción comercial, cada acto financiero de la sociedad en su conjunto contribuye a que su desplazamiento sea inexorable. No hay esfuerzo humano capaz de torcer ese destino y, menos, frenarlo.
La otra pared es la lucha de clases. Hay una fuerza, la del proletariado y el pueblo que pujan por lograr conquistas que dignifiquen su vida, que impulsa esa otra pared hacia adentro, hacia el centro del pasillo y hace más angosto el camino por el que transita la burguesía. Por su parte, la burguesía intenta empujar en sentido contrario para sostener sus porcentajes de ganancia y no verse aplastada. Pero como son varios los que transitan por el angosto pasillo, se ponen trabas entre ellos e intentan eliminarse a fin de obtener, los que quedan en pie, más espacio. Las diferencias entre burgueses y la fuerza para la competencia entre ellos es el tamaño de su capital y no su calidad.
Utilizamos este ejemplo, para describir la situación real y el estrecho marco político que tiene la burguesía. En esta situación, la toma de decisiones por parte de la burguesía monopolista es muy acotada y no tiene otra opción que empujar la pared que recibe la presión del pueblo al tiempo que lucha contra sus pares.
El ideal burgués no es otra cosa que vencer a sus pares y a la fuerza popular, disciplinarla, someterla para sostener las ganancias que el avance de la otra pared le come. Pero allí tiene el problema político por el cual le es difícil avanzar en ese sentido. Cuando las masas populares están movilizadas y en lucha permanente y creciente, no se las puede disciplinar ni aplicando la represión ya que ésta actúa como un boomerang acrecentando las luchas. Es como jugar con fuego.
A esa causa se debe que la burguesía se maneje intentando el engaño permanente. En suma, las diferencias que exhiben las distintas posiciones de la politiquería burguesa no radican en las medidas que deben tomar sino en el engaño a aplicar para envolver las medidas aludidas. Toda discusión entre burgueses queda diluida cuando se deben tomar las medidas necesarias para el sostenimiento del sistema. Pero esas medidas afectan también al interior de la propia burguesía y además, la pobreza de resultados sobre la voluntad inquebrantable del pueblo que sigue empujando la pared y no les da tregua, hace que la discusiones entre burgueses se recaliente y entre ellos se enrostran los fracasos e ineptitudes para disciplinar a la fuerza popular, lo cual profundiza las disputas entre ellos y cada uno sostiene una fórmula diferente para correr la referida pared y así ensanchar el camino de sus negocios.
No obstante, a la hora de analizar como pueblo las medidas tomadas, por ejemplo, por todos los gobiernos de las últimas décadas veremos que son las mismas independientemente de su «color político»: Ajustes de salarios, endeudamiento del Estado para la obtención de ganancias más o menos rápidas para el capital financiero, reducción del déficit fiscal recortando los denominados gastos sociales, aumentos de tarifas y servicios, corralitos o devaluaciones, achicamientos de costos para «que vengan capitales a invertir», sustracción de las cajas de jubilaciones, reducción de los haberes, prebendas a los grandes capitales favoreciendo su concentración, expoliación a los bolsillos de los trabajadores y pueblo laborioso, altas tasas de interés favoreciendo el saqueo de los pequeños capitales de sectores medios a quienes se proletariza, etc. ¡No hay gobierno que no haya tomado estas medidas, sencillamente, porque no tienen otra opción para subsistir como clase!
Tomando en cuenta lo dicho, ¿podemos decir que los gobiernos burgueses tienen distintas políticas? O más bien… ¡Son distintos los envoltorios con los cuales nos venden esas políticas!
¿Es procedente la discusión sobre si éste o aquél? ¿Depende acaso de los personajes que están al frente? ¿De sus caras visibles? ¿O en realidad, se trata de las medidas que la burguesía, y sobre todo la parte más poderosa, los monopolistas, toman para empujar con fuerza sobre la pared que pueden intentar mover?
La burguesía monopolista, a pesar de que se divide en cientos de opiniones sobre la fórmula que hay que aplicar para disciplinar al proletariado y al pueblo, que disputa palmo a palmo sus negocios contra las fuerzas del proletariado y el pueblo y contra el resto de los burgueses, tiene una sola política y puede decirse que la misma está reducida al mantenimiento del sistema capitalista aunque el pasillo por el que transita se estreche más y más por las dos paredes que la aprisionan: las contradicciones del propio sistema capitalista y la lucha de clases.