La medida política de la Corte Suprema, de considerar a los gremios como único interlocutor de la lucha de clases, no hace más que confirmar que algo muy profundo está pasando en nuestra sociedad. Tuvieron que pasar décadas para que este reconocimiento explícito de la existencia de multitudinarias organizaciones que se fueron fogueando en años de lucha, tenga ahora que ser «vedada» por el poder burgués.
La Corte Suprema responde a la natural centralización política que necesitan para gobernar y dominar a las clases explotadas y oprimidas. En ello se juegan y no vacilan, otorgan a los sindicatos-empresas el varadero papel de policías al que están llamados a cumplir.
En esta época de enfrentamientos clasistas más expuestos, sin velos hipócritas, querer imponer un freno legal a la lucha de clases, marca una debilidad política manifiesta del bloque dominante.
No se puede tapar el sol con una mano, tampoco se puede borrar de la faz de la tierra lo que es la gran acumulación de fuerzas que viene derribando una serie de muros que la oligarquía financiera supo imponer. Son temas muy complejos del proceso revolucionario.
La unidad de la clase obrera y el pueblo ha tenido un impulso objetivo en los últimos tiempos, expresando en otra calidad lo que venía asomando en años. Nos referimos a las expresiones de movilización de carácter multitudinario en fechas que recordamos como antesala de nuevas y más grandes confrontaciones: el 24 de marzo, el 29 de abril, los petroleros, la comunidad estudiantil, los trabajadores del sector público, la convocatoria Ni Una Menos y tantas otras.
También aparecieron en escena y como protagonistas, centenares de nuevas organizaciones políticas y reivindicativas por fuera de toda institucionalidad burguesa.
En la lucha de clases que se presenta hoy, la resolución de la Corte Suprema tiene un hondo contenido clasista: apunta directamente contra las organizaciones del proletariado que van expresando (de una u otra forma) su enfrentamiento con el poder burgués.
Decenas de miles y miles de trabajadores, fundamentalmente de la gran industria y del sector público, han venido ganando terrenos en las raíces de los fenómenos sociales. Se han constituido fuerzas de todo tipo, entre ellas cuerpos de delegados, comisiones internas, agrupaciones etc. que han encontrado (con nuevas metodologías de lucha y organización) la contundencia necesaria para dar forma y contenido a un movimiento de clase por fuera de la institucionalidad burguesa.
Este decreto (que intenta recortar los derechos políticos de los trabajadores) muestra hasta qué punto ésta institución está en manos del Estado monopólico.
Se muestra desembozadamente la exigencia de los monopolios, que han tomado en un espiral ascendente y por “asalto”, cada escritorio de los ministerios. Y junto a ello, reafirman ante los ojos del pueblo el papel que juega la “justicia” burguesa, como garante de la prepotencia del Capital.
Las clases están enfrentadas e infinitos hechos cotidianos abundan para su profundización. Las clases se preparan, prueban fuerzas constantemente, las aguas se dividen notablemente, todo indica que los vientos soplan huracanados.
En este marco, la profundización de las políticas revolucionarias y de sus organizaciones, permitirá elevar este espiral ascendente por el camino de la lucha por el poder, hoy en manos de la oligarquía financiera.
Se trata de no perder el norte de las tareas revolucionarias, de entender que en este rico proceso de lucha de clases la resultante inmediata, lo que vendrá, será muy alentador para la revolución. Sería un gran error encorsetar la riqueza de todo este proceso histórico.
Repetimos, la unidad de la clase obrera y del pueblo, la masividad de la movilización, el fortalecimiento de las organizaciones políticas de todo el pueblo y con ellas las organizaciones políticas revolucionarias de masas que se están desarrollando, serán la máxima garantía de ascender un peldaño en la historia que se está caminando.