El enfrentamiento del pueblo contra la burguesía crecerá

Ley de Empleo, Consejo del Salario Mínimo, blanqueo de capitales, decreto para “fortalecer” a las Fuerzas Armadas… todas medidas del gobierno que han buscado generar alguna expectativa en el pueblo y chocaron de frente con una realidad: las contradicciones del propio sistema capitalista y –fundamentalmente- con la lucha de clases.

Las medidas tomadas por todos los gobiernos de las últimas décadas están cortadas por la misma tijera, independientemente de su “color político”: ajustes de salarios, endeudamiento del Estado para la obtención de ganancias de la oligarquía financiera, reducción del déficit fiscal recortando los denominados “gastos sociales”, aumentos de tarifas y servicios, corralitos o devaluaciones, achicamientos de costos para “que vengan capitales a invertir”, sustracción de las cajas de jubilaciones, reducción de los haberes, prebendas a los grandes capitales favoreciendo su concentración, expoliación a los bolsillos de los trabajadores y del pueblo laborioso, altas tasas de interés favoreciendo el saqueo de los pequeños capitales de sectores medios (a quienes se proletariza), etc., etc. Más allá de las campañas electorales y del populismo en boga, no hay gobierno que no haya tomado estas medidas, sencillamente, porque no tienen otra opción para subsistir como clase.

Es cierto que la burguesía monopolista divide sus opiniones respecto a “la fórmula” que hay que aplicar en cada momento para disciplinar al proletariado y al pueblo, pero lo que está claro es que tienen una política: el mantenimiento del sistema capitalista.  Y en ese transitar, se ven aprisionados por dos aspectos centrales: las contradicciones del propio sistema y la lucha de clases. Echan la pelota a rodar y a cada paso que dan, chocan con esta realidad que los golpea en la cara.

La ley de empleo y todo el debate que se pretendió instalar buscó limar con cosmética el indisimulable fondo del problema: el ajuste que se descarga sobre el pueblo. Los trabajadores sabemos que los despidos, los contratos basura, el manoseo laboral son una política de Estado; que la rotación y el salto de trabajo en trabajo con cada vez peores condiciones de vida, son la cara que muestra el capital frente al trabajo. En definitiva, la pantomima parlamentaria por este tema no causó ninguna expectativa.

Paralelamente, la reunión del Consejo del Salario significó una declarada burla, definiendo un salario mínimo de $ 8.000 recién para el año que viene, que con los descuentos no superará los $ 6.500 en mano.

Estos hechos (muy promocionados por la prensa burguesa como si fueran “grandes definiciones”) pasaron a un segundo plano, poniendo al desnudo que el gobierno, el parlamento, y las cúpulas gremiales pisan un terreno político resbaladizo y cuesta abajo.

También hizo agua el armado que hicieron para darle aire a los anuncios del blanqueo de capitales y el pago en efectivo de la mitad de la deuda que el Estado capitalista les debe a los jubilados, en cómodas cuotas y la otra mitad con papelitos de bolsa, especulativos, volátiles y mentirosos como la burguesía misma. Dichas deudas (que difícilmente puedan llegar a  ser abonadas por el Estado a los jubilados en su totalidad, dadas estas condiciones de pago) son parte de la ruin política de los sucesivos gobiernos de los monopolios: magros 4.900 pesos de jubilación, esa es la única realidad.

Por otro lado, entre gallos y media noche, el gobierno “informa” a través del Boletín Oficial su intento de “fortalecer” a las Fuerzas Armadas con la firma de un decreto donde se le vuelven a dar los poderes de autonomía que se les habían quitado en 1983. El anuncio desde la Rosada nace (de entrada nomás) con el sello de una crisis política que no amaina. Porque tira más leña al fuego y porque la lucha de clases no se detiene ni se frena con decretos. En síntesis, una decisión política defensiva.

UN PROYECTO POLÍTICO REVOLUCIONARIO 

Todos los elementos que se desprenden de esta realidad económica, social y política (devastadora para el pueblo trabajador), junto a la disposición, combatividad, la necesidad de cambios y el hartazgo de la clase obrera y el pueblo, apuntan a que en los próximos meses no vendrá “la primavera macrista del segundo semestre” sino que viviremos una exacerbación, en todos los planos, del enfrentamiento del pueblo contra la burguesía.

Esto ocupará el centro de la escena en la lucha de política.  Y los revolucionarios debemos estar a la cabeza de este proceso, para desarrollar las tareas políticas que suministren a las masas movilizadas de un proyecto político revolucionario que permita romper la inercia y dotar al movimiento de una perspectiva de poder. Y es aquí donde la clase obrera y su partido juegan un papel fundamental: alcanzar la acumulación de fuerzas necesarias, para la lucha por el poder que debemos arrancar de manos de la burguesía. El objetivo inmediato es trabajar para que la actual instancia de lucha se transforme en un lugar de encuentro de la clase obrera con todo el pueblo, que le dé al movimiento un sustento clasista, desde todas las herramientas que nos hagan falta.

Esta convocatoria revolucionaria no es espontánea ni puede ser resuelta por el movimiento de masas, es un plan político y de organización de la lucha de clases.

Un camino hacia la toma del poder para la revolución constituye una tarea científica de un colectivo organizado nacionalmente, el cual debe ponerse a disposición del movimiento de masas para que éste lo haga suyo y lo recree con toda la potencia, ingenio y audacia que la inagotable fuente masiva le otorga a dicho movimiento.

Los revolucionarios tenemos que ponernos con decisión al frente de esa convocatoria en cada hito que en nuestros lugares de trabajo, estudio o vivienda vayan desarrollando las luchas y movilizaciones por la conquista de las reivindicaciones de todo tipo que el pueblo necesita lograr. Contra las imposiciones emanadas del poder de la oligarquía financiera y su gobierno de turno.

Haciendo penetrar la propuesta revolucionaria en cada organización proletaria y popular que las masas genuinamente se dan en sus lugares naturales, tratando de unificar políticamente en un único proyecto revolucionario cada una de esas herramientas. Y a las masas no organizadas que vean identificadas sus aspiraciones en esa unidad, contribuyendo de esa manera a conformar una expresión orgánica revolucionaria y popular, masiva y nacional, bajo el objetivo de la lucha por el poder.

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