El golpe al bolsillo de los trabajadores y a los ingresos de los pequeños y medianos empresarios, propinado por el gobierno en estos últimos meses es descomunal. Los salarios han disminuido en forma abrupta frente al costo de cualquier mercadería o servicio, dado lo cual el poder de compra es mínimo. El empobrecimiento real de quienes vivimos de nuestra fuerza de trabajo es contundente. Por su parte, pequeños y medianos empresarios manotean desesperados en el mar de la carestía pero no pueden salir a flote, dado lo cual se retiran del negocio, cierran las puertas y, muchos de ellos, destinan sus capitales a otros menesteres intentando que los mismos no se reduzcan y les permitan sostener sus niveles de vida del pasado.
Pero esto es imposible en el mundo de los monopolios en donde la voracidad de estos los expulsa del mercado a donde jamás volverán o regresarán empequeñecidos a emprender un negocio más modesto, o bien, de la mano del supuesto cuidado de sus magros capitales, recalarán en alguna entidad financiera en donde se irán consumiendo paulatinamente hacia el destino, para sus dueños, de una proletarización compulsiva que no tiene remedio.
Ante la situación, el gobierno de turno «ofrece» un mundo de prosperidad a futuro, para lo cual hay que aguantar la indignidad de las privaciones más elementales hasta que supuestos capitales salvadores que vendrán desde el exterior generen nuevas riquezas que rebalsarán las copas derramándose en las necesitadas manos que aún queden del devastado pueblo laborioso. Explican que tal fenómeno llegaría …en el «tercer semestre» del año.
Sí, sin equívoco, «tercer semestre», tan falso como perla de plástico.
Y no es que lo falso sea la llegada de capitales. Pues, hay muchos que vienen actuando en nuestro territorio, y otros que han llegado recientemente a gozar de los beneficios de las últimas medidas promonopolistas que se han decidido. Lo falso es la promesa de bienestar para el pueblo, pues todos esos capitales y los sucesivos gobiernos son los que han generado esta situación y la están profundizando. Es que los capitales acuden a donde hay suficientes ganancias que le reporten beneficios mayores a los que obtendrían en otros lugares. Así de lógico es el movimiento.
Es, precisamente, lo que ha venido ocurriendo durante los años pasados y en este presente. Se destinan al negocio que les reporta más ganancia y, aunque suene contradictorio con lo que siempre nos dijeron, eso no es beneficioso para el pueblo. Lo que pasa es que la parte del capital invertido destinada a la reproducción del mismo es la mayor (consumo productivo) y se utiliza en desmedro de la que se destina al consumo propiamente dicho. De tal forma que, en cada rotación anual, cada vez se hace más necesario una masa mayor de capital para poner en movimiento los negocios. Eso hace que se achique el margen de ganancias y, para sostener el mismo, se requiera bajar el costo país (léase salarios, aumento de tarifas y servicios, aumento de mercaderías de todo tipo, baja en jubilaciones y todo recurso destinado a lo que se llama gasto social), a fin de poder competir con la producción del resto del mundo. En suma, la riqueza producida es la causante de los males que aquejan a los trabajadores y los pequeños propietarios.
¡Y como solución, nos proponen una nueva vuelta de tuerca para generar la misma fuente de nuestros pesares!
Ésta es la paradoja insalvable del sistema capitalista. Cuanto más riqueza se produce, peor le va al pueblo trabajador. La lógica del sistema capitalista es ilógica, por donde se la mire, para la vida de los trabajadores y el pueblo.
Nos dicen: «Si hay inversiones habrá más trabajo». Y es cierto en parte (como todas las verdades a media que nos dice la burguesía monopolista). Lo que no dicen es que se pagará menos por ese trabajo y nuestra vida será más indigna y esclava con cadenas más gruesas que nos aten al imperio de la ganancia burguesa. Los esclavos tienen trabajo…¡y mucho!
La vida digna de trabajadores y pueblo en general, no depende de capitales ni gobierno burgués que prometa tal o cual medida. Su ganancia representa pobreza para las mayorías populares. Entonces, nuestro presente y futuro depende de nuestras propias fuerzas capaces de arrancarles lo que por iniciativa propia nunca estarán dispuestos a darnos.
La única vía que puede generarnos expectativa es la que se está trazando en las calles con las diversas y cada vez más masivas luchas que el pueblo va realizando. En el crecimiento y generalización de esas luchas y el curso que las ideas revolucionarias les darán hacia la sepultura de este sistema capitalista expropiador de nuestras vidas, está cifrada nuestra esperanza como pueblo.
En el día a día, con las batallas, la unidad y organización de una fuerza nacional proletaria y popular arrancaremos mejores condiciones de vida y con la destrucción del sistema y de la burguesía monopolista que lo sostiene, revertiremos la lógica absurda y antihumana de la ganancia haciendo que mayor riqueza signifique mayor bienestar para las mayorías populares.