La pérdida de 50 vidas, que acompañan otras tantas muertes por día en atentados por todo el mundo, están llevando a las sociedades humanas a nuevas acciones y reflexiones, que hacen meditar hasta qué punto el cansancio hacia la barbarie del sistema capitalista está llegando a puntos nunca antes alcanzados.
Más allá de la postura de Obama de caracterizar como responsable a un “terrorismo autóctono”, o de los servicios de inteligencia que se encargan de hablar de todo menos de lo que hay que hablar, lo vivido en Orlando es la expresión más aguda de la crisis social que recorre a un país en donde las clases vuelven a presentares con cada vez menos velos.
Millones de pobres, marginación explícita y de la otra, quizás la peor, en donde la misma no se reduce a una cuestión de mercado laboral sino expulsión social que se produce cuando el “sueño americano” se transformó en pocos años en la pesadilla por la subsistencia, sociedades bajo el sistema capitalista en donde la lucha por la vida deja un futuro de nuevas generaciones sin más expectativa que la de sobrevivir.
Marginados los inmigrantes, las diferentes comunidades, los jóvenes, los ancianos, los desocupados, los que no acceden a la atención de la salud, de la enseñanza, los que no pueden pagar hipotecas, los desplazados de siempre, la gran mayoría de ellos porque simplemente no alcanzan a sentir, como se dice vulgarmente, su “lugar en el mundo”.
Los hechos de Orlando están expresando todo ello, más allá de las diferentes declaraciones manipuladas según el interés que mueva a cada sector de la oligarquía financiera en juego. ¡Qué importa para el interés del pueblo norteamericano si fuese o no “terrorismo autóctono”? ¿Si fue el Isis u otra facción terrorista? ¿Si fue un loco homofóbico o no?
Cuando en realidad estos y otros factores son utilizados indiscriminadamente para garantizar la dominación de clase e intentar permanentemente garantizar el funcionamiento de un sistema nauseabundo.
La reacción de los pueblos del mundo ha sido extraordinaria. Millones, y particularmente en el propio EEUU, comenzaron a salir a las calles a manifestarse provocando gestos globalizados de solidaridad por fuera de la parafernalia que propone el poder.
A la acción antihumana se abre un gigantesco abanico de humanidad.
Nadie se metió dentro de las casas a llorar 50 víctimas, por el contrario, después de shock producido, todo se sigue poniendo en cuestionamiento.
Nada es aceptable cuendo viene del sistema, los discursos de dos de los tres contendientes a la presidencia están por fuera de los tradicionales discursos de demócratas-republicanos.
La lucha de clases los sacó de lo previsto, la sociedad ha sido golpeada, pero esta ya no es la misma del 11S. Han pasado años de despojo, de crisis económicas, sociales y políticas, de un Estado monopolista que tuvo que ajustar tuercas a su propio pueblo para la realización y mantenimiento del sistema.
El pueblo norteamericano no está solo, es parte de algo nuevo que está naciendo, que está en embrión, que sacude a las clases antagónicas.
Cuando en el mundo, el pueblo francés y su clase obrera han irrumpido en las decisiones políticas, en donde el pueblo inglés pone en cuestionamiento el poder centralizado de la Eurozona, sociedades de países poderosos que cuestionan “la vida infame” a la que están sometidos.
La barbarie, con su primitivismo histórico que quiere parar un gran movimiento histórico de masas, que si bien aún está en las gateras y sin tener muy claro hacia dónde ir, son suficientes para abrir épocas de revoluciones sociales que nuevamente pongan sobre la mesa las tareas revolucionarias de la época.