Esta semana el foco de las noticias de los medios burgueses se posó sobre el caso del ex funcionario López revoleando bolsos con 9 millones de dólares hacia el interior de un convento. La semana anterior la noticia era la pelea entre el gobierno Macri y el Papa Francisco. Anteriormente, Lázaro Báez era la estrella rutilante de las noticias.
La estrategia de comunicación de la burguesía monopolista apunta a revivir un “nuevo” bipartidismo, versión siglo XXI. Ya no es peronismo-radicalismo, sino kirchnerismo (una facción de la fuerza política fundada por Perón) y macrismo, formación política que vendría a ordenar la crisis del capitalismo argentino.
Desde la derrota electoral del gobierno anterior a manos del gobierno actual, han pasado seis meses. En medio de las noticias sobre corrupción, bolsos repletos de dinero, connivencia entre funcionarios y empresarios, los aumentos de los precios en todos los productos de la canasta familiar, los aumentos de tarifas de transporte, naftas y servicios públicos, la inflación desbocada, han significado un golpe demoledor a los bolsillos del pueblo trabajador que tiene consecuencias directas sobre el comercio y los servicios; como se dice popularmente, “la situación está muy complicada”.
Por abajo, las disputas entre facciones de la burguesía poco importan. La preocupación obrera y popular pasa por cómo afrontar la vida de todos los días. Un informe de la consultora Tendencias Económicas afirma que en mayo los conflictos laborales aumentaron 400% en la comparación interanual; el mismo informe sostiene que más de 3.300.000 asalariados participaron de huelgas y otras formas de lucha sólo durante el mes de mayo.
Esta realidad, que se intenta ocultar sistemáticamente, es la que se hace sentir más allá de su ocultamiento y es la que provoca una agudización de la crisis política de la burguesía monopolista y su gobierno. De allí que los debates en el mismo se dan entre los que quieren ir a fondo en las medidas de ajuste de la economía y los que aceptan que ese camino es inviable políticamente y, por lo tanto, intentan un camino zigzagueante. Esto es lo que explica la necesidad de poner la corrupción como centro de todos los males, estrategia que ya fue probada en otras etapas de la política argentina. Se habla de la corrupción pero nada se dice de la dominación de los monopolios sobre todos los resortes del Estado que, gobierno tras gobierno, es la causa fundamental del deterioro permanente del nivel de vida de las masas populares.
Que más de tres millones de trabajadores hayan participado de luchas durante el último mes implica un nivel de agudización de la lucha de clases que la burguesía no puede soslayar; sólo puede intentar ocultarla pero nunca dejar de sentir sus efectos.
Ayer mismo, los obreros de Acindar de Villa Constitución, cansados de “medidas de fuerza” que la dirigencia de la Unión Obrera Metalúrgica local impulsa solamente para “actuar” la lucha (por ejemplo, poniendo una carpa de protesta a 500 metros de la entrada principal de la planta) decidieron desde abajo marchar hacia la misma e imponer un plan de lucha para conseguir aumento de salarios ya y un mínimo igual a la canasta familiar.
Este tipo de iniciativas obreras se multiplican en toda la geografía y, más grandes o más pequeñas, son las que mueven el reloj de la lucha de clases. Son, en esencia, iniciativas de acción revolucionarias ya que los trabajadores toman en sus manos la lucha y defensa de sus derechos económicos y políticos, dejando en el camino épocas en las que el poder se delegaba para ejercer su poder de clase sin intermediarios, poniendo de pie un nuevo movimiento de luchas que corre paralelo a la crisis política de la burguesía al mismo tiempo que la profundiza.
Este proceso determina que la fuerza política de la burguesía se vea cada vez más débil en su objetivo de amortiguar la crisis capitalista, mientras que las fuerzas obreras y populares continúan un proceso de acumulación de fuerzas que se da en el mejor de los escenarios: la lucha y la organización independiente de la clase obrera.
Nuestro Partido impulsa una política sindical revolucionaria (ver nota de ayer en esta página) para que este proceso desemboque en un proceso de cambio en la correlación de fuerzas favorable a la revolución. Para que se materialice una alternativa política revolucionaria de clase, con la clase obrera como dirigente de toda la sociedad, condición indispensable para que en nuestro país tiremos al tacho de basura de la Historia a una burguesía decadente y mediocre por donde se la mire.