Mucho es lo que se escucha por estos días sobre corrupción y sobre en el “uso” de los fondos públicos, acerca de la falta de control del Estado sobre los destinos del dinero o sobre su malversación. Pero detrás de tanta acusación cruzada, nada se dice sobre el origen de los fondos públicos, sobre el modo en que el Estado recauda; si el mismo es limpio y transparente o es una forma más de engaño y defraudación.
Imposible hablar de este tema sin precisar qué papel cumple y qué intereses representa el Estado actual. Con el golpe militar del 1976 se impuso mucho más que el terrorismo de Estado. La irrupción de Martínez de Hoz al Ministerio de Economía posibilitó adecuar la estructura estatal a los intereses de la burguesía monopolista, reestructurando toda su función de acuerdo a sus designios. El poder económico que los monopolios tenían en la economía se centralizó en política, consolidando lo que se define como Capitalismo Monopolista de Estado, donde los monopolios se adueñaron definitivamente del Estado.
Aquella característica, lejos de atenuarse durante todos los años posteriores, se ha profundizado. La presencia destacada de cuadros de las grandes empresas en puestos claves del aparato estatal como ministros y secretarios en los gobiernos no es “patrimonio” de Macri y su gobierno de CEO´s, sino que viene desde el 83 a la fecha: Cavallo, Born, Redrado, Lavagna, Giorgi, Peirano, Etchegaray, entre otros.
Desde el poder de los monopolios se explica el carácter regresivo del sistema impositivo, donde tributan el mismo porcentaje el pan y la leche que el caviar y el champagne; en donde se considera al salario como ganancia pero se favorece la evasión de los poderosos, aceptando a libro cerrado sus declaraciones “juradas”. O como lo hace con el trabajo en negro, las exportaciones, el envío de remesas a las casas matrices, etc.
En el capitalismo, el pilar del funcionamiento de la economía sale de la plusvalía, la tajada que los burgueses les sacan a los trabajadores como trabajo no remunerado, mucho más aún bajo la dictadura monopolista, donde la expoliación alcanza a todo el pueblo. Es con esa masa de dinero en su poder que los monopolios, desde el Estado a su servicio, deciden cuánto, dónde y cómo se distribuirán los fondos públicos, que de públicos tienen sólo el nombre.
Los “subsidios” van a parar siempre a los mismos monopolios, igual que las exenciones impositivas; el Estado destina cifras fabulosas “para defender el trabajo” haciéndose cargo de un porcentaje de los sueldos de las empresas; la mayor parte de la obra pública está destinada a demandas y necesidades de los mismos de siempre, se llega hasta el colmo de que el Estado es socio de esas mismas empresas, apoderándose de los aportes jubilatorios de los trabajadores a través del ANSES…
El saqueo de nuestro patrimonio es ejecutado desde la misma administración del aparato estatal, con leyes que salen de un Congreso que legaliza la fiesta monopolista, con su justicia cómplice y complaciente, con su seguridad y sus fuerzas (prefectura, gendarmería y policías custodiando sus empresas por dentro, igual que sus barrios privados).
No hay ningún aspecto del Estado, ninguna política que no esté contaminada por esta corrupción, antes y ahora: la plata del pueblo argentino al servicio de los monopolios, que son los que tienen el control de la caja, quienes deciden y mandan.
De esa gran masa de dinero, al pueblo llegan migajas. Lo que buscan con eso es apaciguar el creciente ánimo combativo de un movimiento de masas en alza, que descree sobre la posibilidad de que un sistema perverso pueda tener una cara humanitaria.
Ellos no tienen ninguna moral. La dominación monopolista es la expresión más cruda de la corrupción, en la medida que usufructúa el trabajo y el sacrificio social en su exclusivo beneficio. Pedirle claridad y transparencia es como pedirle a la lluvia que caiga de abajo para arriba.
No existe capitalismo humanizado, ni capitalismo con interés social, el capitalismo es capitalismo y punto. El capitalismo es el reino del capital. El capitalismo es explotación, miseria y dominación. Por eso, está condenado a desaparecer.